¿Corazonada? ¿Cabezonada?

Hay que reconocer que el eslogan que ilustra las aspiraciones españolas a albergar los Juegos Olímpicos en 2016 ha resultado bastante afortunado: ‘tengo una corazonada’. El corazón, contra la cabeza, que nos habla de lo difícil que resulta que Madrid resulte la elegida frente a Río, Tokio y Chicago. Esperemos que no quede todo en una cabezonada del alcalde de la Villa y Corte, Don Alberto Ruiz Gallardón, que ha gastado, en busca de este sueño, cantidades ingentes -se habla de seiscientos millones de euros- de las arcas de la ya superendeudada ciudad.

Claro, todo lo daremos por bueno si la candidatura madrileña es la ganadora: habrá fructificado la ilusión colectiva que, también tenemos que reconocerlo, ha sabido insuflar a la ciudadanía, por lo demás harta de tanta zanja y de tanto impuesto, el equipo municipal, con el siempre polémico Gallardón al frente. Y, además, si ganamos -y nosotros queremos ganar-, llegará a la depauperada vida económica española una cascada de nuevas inversiones. Inversión e ilusión, la sensación de que todos, Gobierno y oposición, hemos caminado unidos hacia la meta, son las mejores recetas para salir de cualquier crisis, incluso la crisis política y moral en la que se encuentra la España de las autonomías.

Ahora bien: ¿qué ocurre si la cosa no sale? Pues que habremos gastado un montón de dinero, cosa que una ciudad tan endeudada como Madrid no puede permitirse, en algo que se ha desvanecido como el humo. Será el momento -ojalá no ocurra- en el que tendremos que recordar que buena es la magia de la ilusión, siempre que no derive en ilusionismo. En un ilusionismo carísimo y sin esperanzas ciertas de victoria.

No, este periódico, situado en el corazón de ese Sarajevo en que Gallardón ha convertido el centro de Madrid, no es excesivamente partidario de las formas y de la conducta política del alcalde madrileño. Pero ahora no toca la crítica: es el momento de unirnos a la ilusión colectiva y confiar en que esta tarde, en Copenhague, alguien grite: “And the winner is...¡Madrid!" Quién sabe: cosas más difíciles han ocurrido y de la arbitrariedad de esos miembros del COI, que a saber por qué eligen a unos o a otros, puede esperarse cualquier cosa.