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Con Pako Larraña en Soto del Real

Con Pako Larraña en Soto del Real

viernes 23 de octubre de 2009, 11:13h
Esta semana ha sido de aúpa. Presupuestos en el Congreso, cinco proyectos de ley en el Senado, dos preguntas a Moratinos recién llegado de Cuba, una Moción pidiendo garantías jurídicas en Venezuela, visita al CNI, y mucho ruido en un lluvioso Madrid.

Y el miércoles, los mismos que habíamos estado en Manila, hace cuatro años, en un cuartucho con nevera, de la prisión de esta capital visitando en el Corredor de la Muerte al hijo del pelotari Kandido Larrañaga, por un delito que no cometió, fuimos a verle a Soto del Real, a unos 60 kms. de Madrid, cerca de San Agustín de Guadalix. Acababa de llegar de la prisión de Manila. Digo todos, aunque falló uno: el representante del PP, Jorge Moragas, hoy brazo derecho de Rajoy. Preguntó ese día por la mañana. "¿Va a haber prensa?". No -le contestaron-. No dijo nada. A la tarde no estuvo. Juzgue usted.

Pero sí estuvimos los demás. Teresa Cunillera, del PSC y vicepresidenta primera del Congreso. Juan Moscoso, del PSN, que acababa de ser padre, e hijo del ex ministro Javier Moscoso. María Antonia Martínez, ex presidenta de Murcia y ex senadora, también socialista. Clemente Sanz, ex senador del Partido Popular. De Riaza, en Segovia. Jordi Jane, vicepresidente tercero del Congreso, de CIU y servidor. Los mismos que estuvimos en Manila, unos visitándole a Pako en el Corredor de la Muerte y otros hablando con el Presidente del Senado. Comenzamos pidiendo la revisión del juicio, avanzamos solicitando la abolición de la pena de muerte en Filipinas, que ha sido abolida, y terminamos solicitando el traslado de Pako a España, para cumplir aquí la pena y acogerse a las leyes españolas. Y se ha logrado, porque todas las fuerzas hemos estado unidas y se ha trabajado bien y, además, la presidenta de Filipinas, Macapagal, se ha portado de bandera.

Llegamos a Soto del Real, una cárcel que parece más, un colegio de monjas de los años setenta con rejas, que una cárcel. El director me hizo la puntualización. Esto no es una cárcel, es un centro penitenciario, que no es lo mismo. Aquí hay 1800 reclusos y 600 funcionarios. Y ahí quedó el dato.

Entramos, subimos unas escaleras y en una sala, allí estaba Pako. Gordito, con deportivas y sin uniforme naranja, como le habíamos visto. Habla con cierta dificultad el castellano. Sabe el inglés y el tagalo, pero ahora creo que va a aprender hasta el euskera de su padre. Debió de comerse un bocadillo de jamón nada más llegar, que le supo a gloria. Comparado este centro con la cárcel de Manila, le debe parecer el Ritz. Está en una celda con un preso madrileño. Y nos contó cómo pasa el día. Tiene cara de buena gente. Se ha pasado doce años de su vida en una prisión. Entró con 19 años. Le pregunté cuantos estaban en aquel campo de concentración. "Doce mil ochocientos y 80 funcionarios "me contestó”. La disparidad de esta cifra frente a Soto del Real, abismal. Allí les echaban y el que pasaba el alambre y trataba de escaparse, le disparaban. Y ya está. Hablamos de su caso. Él nunca pidió el indulto porque hacerlo hubiera sido considerarse culpable, y él no lo es. Él solo pedía un juicio justo y que sus testigos y su narración de los hechos fueran tomados en cuenta. Seguramente terminará en Martutene, o donde le clasifiquen, pero, ya su vida no corre peligro que es de lo que se trataba. Su caso ha sido seguido por la opinión pública filipina con pasión, ya que es nieto de un presidente filipino y un candidato para ir en contra de la familia Osmeña, la de su madre, le involucró en un hecho del que nada tenía que ver. Como para escribir el guión de una película con todos los ingredientes. Política, sexo, dos asesinatos, un pelotari, una hija de presidente, un chaval que pasaba por allá, un juicio injusto, doce años en el Corredor, un país entero trabajando por él, su vuelta al país de su aita.... ¿Quién da más?.

Todos los que hemos estado con él en aquella habitación donde entre barrotes, saltaba un pajarito, hemos salido contentos de la experiencia humana vivida. De vez en cuando la política da hasta satisfacciones.
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