¡Lástima Venezuela!

País donde persiste la idea de que un ñángara desaseado y caletrero es un intelectual

Crecí con dos emociones por este mi país& Una la de mi padre Arístides, un venezolano de tradición, con sus tierras de añeja pertenencia y por otra la que aportó mi madre Sara, la hija de emigrantes, la que traía en su memoria genética espantos de hambrunas, persecuciones, intolerancias. La que bebió de Abraham su padre, el contento que para ese libanés fue descubrir que Venezuela era el Paraíso y por eso la hizo su lar amado, su tierra de leche y miel&

Crecí comiendo orgullo de ser venezolana, gustándome la risa, el igualitarismo, la generosidad más de una vez irresponsable. Crecí creyendo que la gente de mi país era buena, en el buen sentido de la palabra& Era gallarda, era honrada y ahora a más de la mitad de mi vida, me topo con la dolorosa verdad: No éramos nada de eso& Bastó que un tropero sin moral y su banda de cuatreros decidiera tomarse como un conuco invadido este país, para que saliera la verdadera esencia& Una que todos conocemos y debe avergonzarnos&

País de aprovechados, de hipócritas, de vivarachos, de ignorantísimos, y cuyas excepciones sólo lo confirman. País donde le permitimos a la canalla, sea gobiernera u opositora que nos irrespeten, nos vapuleen. Que pasivos aceptamos que un atajo de sinvergüenzas nos sepan pendejos y nos traten en consecuencia, sin siquiera concebir algo más que esa resignación perruna, de aullarle a la manada cuando se está amenazado.

País cogido literalmente por esa izquierda acomplejada, mezquina; la que con la misma letalidad destruye una universidad o un país. Ralea venida a más y con el deslumbramiento y la gula que da tocar lo viejamente deseado. Esa que cree que con decirme "&el problema es que eres de derechas", me callará la boca. País donde aún persiste la tonta idea de que un ñángara desaseado y caletrero es un intelectual& y cree que malas costumbres y talento son sinónimos.

Por eso, bajo una gripe pertinaz que no cede y que se coló por entre mis defensas erosionadas ante tanta hediondez, sólo puedo repetir: ¡Lástima Venezuela!

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