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El cerrajero de Dinamarca

miércoles 09 de diciembre de 2009, 01:04h

Para denunciar la impunidad de centenares de crímenes que aún están sin resolver en Ciudad Juárez, la artista francesa Peggy La frase más repetida en los discursos de Copenhague será que “el medio ambiente es una cuestión de sobrevivencia global”. Con cifras elocuentes ilustrarán que si no tomamos pronto acciones colectivas, la especie humana, las generaciones futuras sufrirán grandes catástrofes y tendrán una calidad de vida deplorable.

Pero hasta ahí llegarán los acuerdos. Acto seguido, la conferencia se dividirá en dos bloques: el G-77 y China, cuyo argumento es que la responsabilidad de este deterioro la tienen los países ricos y en el otro extremo, los países desarrollados que quisieran que los más pobres preserven sus bosques y selvas para salvar a la humanidad. Es en estas posturas donde la negociación queda estancada. Sería un milagro que Copenhague logre deshacer el nudo. La verdad es que buena parte obedece a la insistencia absurda de que este es un enfrentamiento entre pobres y ricos. Cuando menos, tenemos cuatro grupos de países:

1. Los que son capaces de hacer algo y de hecho ya lo hacen, como la Unión Europea, que tiene compromisos propios para reducir emisiones y destina financiamiento a combatir el calentamiento global.

2. Países que poseen capacidad técnica y financiera pero eluden compromisos para reducir emisiones. Los casos más visibles son China, Estados Unidos y la India, que ocupan el 1, 2 y 5 lugares como más contaminantes.

3. Un tercer bloque lo conforman potencias medias como Brasil, México o Indonesia, que tienen la dualidad de ser megadiversos, con una riqueza natural formidable y a la vez una economía con débiles o nulos controles ambientales. Estos países tienen la doble posibilidad y responsabilidad de dar ejemplo: los que equilibren riqueza natural y desarrollo sostenible. Si lo hacen, podrán contarse entre los de mayor calidad de vida en el futuro.

4. El cuarto grupo de países es el más abundante. Carecen de la capacidad humana y técnica para realizar proyectos de desarrollo sostenible. Si Copenhague desea lograr algo debería transformar el PNUMA (Programa de la ONU para el Medio Ambiente) en ONUMA (Organización de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente). Por esta vía, todos los miembros de la ONU, sin excepción, tendrían que contribuir a la causa, apoyando a aquellos países que simplemente no pueden hacerlo.

Lamentablemente, este enfoque diferenciado no progresará. El G-77 y China es un grupo mayoritario que antes que ver por el bienestar del mundo, mirará por ventajas propias. Poseen los votos para bloquear cualquier iniciativa. Buscarán que ninguno de sus integrantes pacte metas de reducción, a menos que les paguen. Aunque estos pagos ya existen vía Bonos de Carbono, muchas industrias y gobiernos de países en desarrollo carecen de capacidad tecnológica y gerencial para operarlos. Ahí entra, otra vez, la noción de ONUMA.

Otro gran problema, esta vez político, es que China e India son renuentes a encarecer o aminorar su marcha en aras de un mundo más limpio. Argumentan que durante décadas nadie puso freno a las industrias de Europa y EU y ahora que les ha tocado su turno sí deben reducir su industrialización. Más allá de los méritos de esta aseveración, es claro que este mundo no resistirá estos niveles de emisiones. Ya hay deshielo en los polos, incremento ostensible de la temperatura global y pérdida de masa forestal a niveles sin precedente.

El gran cerrajero de Copenhague puede ser Estados Unidos. Con Bush actuaron como si pertenecieran a un planeta distinto, sin ninguna responsabilidad, sin cooperar con terceros o aportar financiamiento. Su argumento era que si la economía de EU reducía su velocidad el bienestar mundial se vería más afectado que por cualquier crisis ambiental. Obama ha tomado una perspectiva diferente: se puede ser eficiente y limpio. Es más, una forma de medir la eficiencia es siendo limpio. Veremos en qué iniciativas se traduce esta postura.

A final de cuentas no serán los delegados en Dinamarca los que fuercen una solución. Las sequías, la falta de agua, las cosechas perdidas, la pérdida de recursos pesqueros y las inundaciones harán las veces de reclamo. De las negociaciones se pasará a las sanciones. Se negará acceso a las importaciones de países que no hagan un esfuerzo real y visible por controlar su contribución al calentamiento global. Y ese será el principio.


Miembro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de Naciones Unidas

Opinión extraída del Periódico El Universal 08/12/2009

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