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Malas noticias, peores datos

Malas noticias, peores datos

sábado 19 de diciembre de 2009, 13:55h

Estamos en fechas navideñas y nadie quiere estropear las fiestas a los lectores más de la estrictamente necesario, pero lo cierto es que, en España, hoy por hoy, hablar o escribir de la situación económica es llorar. Cada vez que se reciben datos el desaliento es mayor y es natural que se extienda por la geografía española una mezcla de perplejidad e indignación ante el extravío de un Gobierno que parece convencido de que las malas noticias desaparecerán sólo con negarlas o ignorarlas. Y no va a suceder así, porque las malas noticias y los datos negativos se acumulan cualquier día, casi a cualquier hora.

Permítanme los lectores algunas pocas malas noticias, sólo algunas entre las muchas que podrían subrayarse, no escogidas siquiera entre las peores, pero aún así expresivas de una situación que se desenvuelve sin que, al parecer, el Gobierno del Estado se sienta concernido o movido a alguna actuación si no eficaz, por lo menos coherente o comprensible.

Ahí está, por ejemplo, el dato de la morosidad, que cierra 2009 en el nivel del 4,99%, muy por encima del ya inquietante 2,92% de 2008 y en concreto la morosidad más alta en los últimos trece años. No de tres, ni de cuatro, ni de cinco… ¡de trece años! ¿Nada tiene que decir el Gobierno al respecto? Pues parece que no, pelillos a la mar. ¿Acaso va inquietarnos alguna otra nadería, como que los analistas financieros calculen entre por encima y muy por encima de 110.000 o incluso 120.000 las ejecuciones hipotecarias que se producirán en el año 2010 a punto de iniciarse? Nada, mejor creeremos al Gobierno y daremos por cierto que esos son pronósticos infundados que hacen los “catastrofistas” de siempre.

 ¿Tiene acaso algún significado el que, sólo en este año 2009 que nos disponemos a despedir, las entidades financieras se hayan visto obligadas a cerrar 1.345 oficinas bancarias? ¡Nada, ajustes irrelevantes, ya se abrirán otras! ¿Debiéramos acaso estropearnos las fiestas con los datos de la caída generalizada de las ventas y de la pérdida de empleo?  Ni mucho menos, cuando el gran augur económico Rodríguez Zapatero ya ha anunciado que estamos en el umbral mismo de la recuperación, vamos, cosa de semanas, por no decir de días.

Como los malvados “catastrofistas” no descansan, algunos incluso se atreven a lanzar insidiosas sospechas sobre la seguridad del sistema de pensiones. Nada de nada, tengamos fe, creamos a Rodríguez Zapatero y más temprano que tarde estaremos felices en la prosperidad. Los que hayan llegado, por supuesto, pero debemos asumir que la felicidad no puede ser para todos.

Así están las cosas cuando se inicia estos días el que probablemente va a ser el invierno más desapacible, en términos económicos y sociales, de las últimas tres décadas de la historia reciente de España. Cada vez son más los expertos que piensan y dicen que el famoso “invierno del desencanto” que vivió el Reino Unido en 1976 quedará apenas como un pequeño precedente histórico de “la que se avecina” a los españoles, con perdón por tomar el expresivo título de una muy popular seria televisiva. No, la crisis no se arregla sola ni nos la van a arreglar desde fuera.

El caso es que, mientras internacionalmente se desmoronan nuestros “ratios”, España se configura ya, en el mapa de la crisis económica, como “el enfermo de Europa”. Y lo peor es que muchos pensamos que no tendría por qué ser así, y que va a ser así por la asombrosa ineficacia de gestión de un Gobierno ya probadamente incapaz de pensar, siquiera un ratito, en algo que no sea propaganda y estrategias políticas cortoplacistas al servicio de la permanencia en el poder. Ya quisiera este comentarista poder hacer un reparto de malas y buenas noticias y no sólo por el espíritu de las fiestas. Pero hay lo que hay, y lo que hay, en el ámbito económico, es una acumulación de sólo malas y peores noticias.

Agobia tener que escribir, una y otra vez, y las que seguirán, lo que parecería evidente y lo es para casi todos los ciudadanos menos, según parece, para los políticos que seguramente nos merecemos. Y es que, en una situación tan grave de la economía española –como alguna vez le escuché decir al otro socialista, el bueno, esto es, Felipe González, ¿qué otra cosa puede ser España que los españoles? Los españoles somos los que estamos en situación muy grave, que nos deteriora la vida diaria como ciudadanos y que, de no corregirse, nos augura un horizonte entre mejorable y estremecedor.

¿De verdad es tan imposible para Rodríguez Zapatero abrirse a un diálogo trasversal con todas las fuerzas políticas en busca de soluciones de consenso por el bien de todos? ¿Y qué decir de esa oposición extraviadae incapaz de promover con razonable autoritas la alternativa de esa amplia coalición que la situación requiere y que las gentes reclaman, con independencia de sus adscripciones ideológicas, por todas las Comunidades del Estado?

El resumen del resumen es que vivimos malos tiempos, peores incluso que en el conjunto de Europa, y que si no se hace lo que es necesario hacer, vendrán aún peores. Este modesto observador lo escribirá como lo razonadamente lo piensa: o se produce ese entendimiento político transversal que la crítica situación exige, o 2010 será para España, esto es, para nosotros, los españoles, un año peor, un año inolvidable por terrible. Así estamos.

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