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Está temblando...

Está temblando...

domingo 22 de abril de 2007, 22:58h
Los científicos afirman que la actividad sísmica en Aysén, en el extremo austral de Chile, continuará no solo en los próximos días, sino incluso en los próximos meses. En la medida que el nuevo volcán submarino, aparentemente empeñado en salir a la superficie en el fiordo de Aysén, prosiga sus empeños, persistirán también los temblores.

La verdad es que, con ser preocupante, la información no es nueva. Cuando los fenómenos telúricos o de otro tipo se desencadenan, sus efectos suelen prolongarse en el tiempo. También ocurre lo mismo en la política nacional.

Después de tres gobiernos democráticos pertenecientes a la Concertación de centro-izquierda, el actual intenta rectificar algunos de los abusos e injusticias más notables del sistema económico imperante. Este fenómeno, equivalente a un naciente volcán, genera temblores de magnitud variable en la oposición que ve amenazadas sus bases de sustentación.

En la medida en que se planteen reformas en cuestiones esenciales, como en la previsión, la educación o la economía,  los temblores continuarán registrándose. Pero cuando el sismo se percibe en sectores de la propia Concertación, como en la traída y llevada ley de depreciación acelerada, el temblor amenaza con transformarse en cataclismo.

Lo paradójico de la política chilena es que la derecha cambia sus puntos de vista cuando percibe que puede propinar derrotas al Gobierno, como lo hizo en el Senado la semana pasada. Un proyecto que, según el comentarista de La Tercera, Ascanio Cavallo, debería haber abrazado con entusiasmo, prefirió rechazarlo con el solo objetivo de hacer morder el polvo al ministro de Hacienda, Andrés Velasco, a los demás ministros presentes en la sala e incluso a los líderes de todos los partidos de la Concertación.

Se puso en cuestión un tema esencial para la Concertación: su gobernabilidad. Si la administración y los líderes políticos de la coalición que la sustenta no son capaces de ejercer su propia mayoría, es evidente que la oposición no está dispuesta a ayudar y, peor aún, está decidida a aprovecharse de la menor grieta que se vislumbre.

Hay consenso en que el rechazo en el Senado de la ley de depreciación significó la victoria de los “duros” de la derecha, es decir de aquellos que piensan que al Gobierno no hay proporcionarles ni sal ni agua, porque siempre la única que gana es la Concertación.

Profundizando aún más, esos sectores afirman en la intimidad que si el gobierno de Bachelet continúa por el camino que lleva, incluso soportando errores como el Transantiago y otros, la conquista de La Moneda es una batalla perdida de antemano para la derecha. Por eso, hay que cerrarse en banda.

Lo dramático es que hoy los ayudan senadores de la propia Concertación. En el caso de la depreciación, Ominami, Ávila y Zaldívar. Cada uno por distintos motivos, se supone, pero todos con las mismas consecuencias. Mañana puede ocurrir lo mismo en la Cámara de Diputados, cuando se discuta la reforma educacional o la previsional.
 
La historia –política, no sismográfica- de Chile debería enseñarnos que los gobiernos y hasta las más firmes alianzas se derrumban cuando se dividen. Suelen ser los impacientes quienes provocan los mayores tsunamis políticos. Así ocurrió en el gobierno de la Unidad Popular, provocando un cataclismo nunca antes visto y que le costó al país una brutal dictadura de 17 años. Y por cierto, quienes generaron el quiebre fueron sus primeras víctimas.

El país asiste hoy desconcertado al intercambio de argumentos por lado y lado. Y todos dicen lo mismo. ¿Cómo es posible que la derecha opositora y la Concertación en pleno esgriman un proyecto de ley, proclamándose unos y otros ángeles guardianes de la pequeña y mediana industria? ¿A quién hay que creerle?

Personas allegadas al Gobierno afirman en la intimidad que lo que más duele no son las quejas, descalificaciones y críticas de la oposición. Porque eso es lo que se espera de ella. Lo que verdaderamente duele es la falta de lealtad de algunos políticos con lo que ellos mismos proclamaron en sus campañas electorales,  y el amor por los micrófonos y las cámaras de televisión, aparentemente pensando que así pueden asegurar su permanencia en la política.

No merece la pena ser protagonista de una política tan mal inspirada. Los temblores continuarán, sin duda, pero lo lógico es que los afectados sean los grupos a quienes se les arrebatan privilegios. No quienes se sienten protagonistas de la historia de Chile, colocando todo al servicio de ambiciones pequeñas.
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