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Esperpento a babor

Esperpento a babor

martes 19 de enero de 2010, 14:28h
   El terremoto situó a Haití en el centro de la información pero eso no significa que la mayor parte de las personas no siga ignorando dónde está ese país y qué ocurre en él. Una búsqueda en Internet en la que escribo "famosos haitianos" me devuelve el texto con una pregunta: "¿ha querido decir famosos italianos?". Ni Internet, en dónde está todo, tiene una idea exacta de cuáles son las figuras relevantes en ese país caribeño, sencillamente porque no existen.

   Transcurrida una semana del mayor desastre al que se ha enfrentado Naciones Unidas, según palabras de su secretario general, un crucero de lujo ha vuelto a sus costas. Parece increíble pero la puntualidad en el calendario de una famosa naviera que recorre el Caribe no iba a estropearse por culpa de cincuenta mil muertos. La paradoja del mundo moderno, comunicado vía satélite y dónde las noticias fluyen con velocidad, es la llegada de un crucero a las costas de la muerte haitiana. Los negros de la isla que se afanaban en sacar a sus muertos con las manos de entre los cascotes han podido ver cómo les hacían fotografías desde la cubierta con teleobjetivos. Igual alguno de los pasajeros ha pedido otro mojito para aguantar en la barandilla mientras los negros hacían su trabajo a cielo abierto.

   Un portavoz de la naviera justificaba la presencia del barco en cuanto ofrece trabajo a los residentes en la zona y asegura unos puestos de trabajo aún en condiciones precarias. El mismo portavoz niega que haya un plus añadido de visita a la zona cero, simplemente recuerda que la compañía aparece en aguas de Haití cada diez días y no iba a fallar a su compromiso adquirido con los pasajeros.

   La presencia de los turistas en pantalón corto y de los marineros vestidos de blanco ponen de manifiesto que Haití es un espectáculo: en lo informativo, en lo internacional, en cuánto a vanidades de líderes políticos (ataque de celos entre Sarkozy y Obama), y también con respecto al turismo. Es de esperar que una vez se acaben las escenas de gente llorando por las calles llegue el momento de crear un turismo postmortem. Haití tiene el añadido de poder presenciar una catástrofe natural en caliente, nada que ver con los cuerpos de los desgraciados habitantes de Pompeya atrapados en el año 79 dC.

   Habría que ver lo que hubiera pasado en caso de haber aparecido un autobús con millonarios rusos por las calles de Luisiana días después de haber pasado el huracán Katrina. Pero a efectos de audiencia, y de reclamo de cruceros, hay que ver lo bien que dan las penas de los pobres tanto en pantalla como en esa pequeña cámara digital que llevan los turistas en el bolsillo. Pasado el desastre es verdad que Haití "interesa" al primer mundo, ¡por supuesto!, en cuánto a lo que significa de jugosos contratos para reconstruir el país.
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