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Bolsa y vivienda

Bolsa y vivienda

martes 01 de mayo de 2007, 13:58h
Los dos activos que durante los últimos años han generado la confianza de los ciudadanos han sido la bolsa y la vivienda. Es decir, que sus ahorros invertidos en la Bolsa les han dado alegría y los precios de su vivienda bastante tranquilidad. Estamos en el momento crítico en que la sensación -y más que eso- es que la bolsa está perdiendo fuelle y que el efecto riqueza que nos proporcionaba saber que nuestros pisos valían mucho se desvanece. En este momento ya no son sólo sensaciones o previsiones más o menos sesudas, son estudios de todo tipo que lanzan no ya únicamente instituciones económicas internacionales como el FMI o la OCDE, sino agencias de calificación o revistas y periódicos prestigiosos de países con fuertes inversiones en nuestro país.

   Es decir, que las expectativas sobre este fenómeno de la caída de la bolsa, ligada además al ladrillo de una u otra forma, y el pinchazo más o menos suaves o fuerte del sector ligado a la construcción, no está afectando únicamente a lo que pueden ser las previsiones que los españoles se hacen sobre cómo puede ser su futuro económico inmediato, sino que lógicamente está teniendo eco en los inversores extranjeros, en los que ya están y en los que potencialmente podían estar pensando en venir a España.

   La complicación añadida de que los tipos de interés de las hipotecas no paran de subir, y más que lo van a hacer a lo largo de este año, es uno de los elementos perturbadores. De ahí que consideren los españoles que el paro es junto al terrorismo su principal preocupación, lo que pone en entredicho el mensaje del mundo feliz de Zapatero. El 2006 pudo ser un buen año en muchas cosas, pero desde luego ni tanto como nos vendió ZP en la Bolsa, ni mucho menos el mejor de la democracia. La economía española está en el punto en que puede pasar de todo y en un espacio corto de tiempo.

   Tomarse a la ligera todos estos problemas como parece que hace el Gobierno no es sensato ni adecuado. Hay problemas y llamar histéricos a los inversores no parece la mejor forma de afrontarlos. Tampoco negar las evidencias de que los pisos ya no valen lo que valían, que aumenta la morosidad y que nuestra imagen exterior de país menos serio y menos transparente nos pasará factura. Algunos dicen que en poco tiempo, ya veremos. Lo que sí sabemos es que lo pagaremos en términos económicos. Seguro.
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