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La caja de Pantoja

La caja de Pantoja

viernes 04 de mayo de 2007, 19:47h
TITO B. DIAGONAL
Barcelonés de alta cuna y más alto standing financiero, muy apreciado en anteriores etapas de este diario, vuelve a ilustrarnos sobre los entresijos de las clases pudientes.

Bueno, tras el susto ejemplar, la novia de Cachuli (ya sabéis, Julián Muñoz, ex alcalde marbellero) está en su casita, pero con 90.000 euritos menos, que los ha tenido que depositar como fianza en un juzgado. A Isabel Pantoja, la mamá de ese mastuerzo al que ya nadie llama  Paquirrín, la Justicia la ha incluido en la Operación Malaya, aunque se ha tomado su tiempo, tanto la Policía, como el fiscal y, por supuesto, el juez instructor.

Parece pues, amadísimos, globalizados, megaletileonorosofiados y pantojeados niños y niñas que me leéis, que ha llegado el momento de abrir la caja de Pantoja, que, al revés de la de la mitológica Pandora, no contiene todos los males, aunque sí sus buenos dineritos. Algo así como unos discretos ahorros, una especie de Fondo de Pensiones para el futuro. Lo que, para hacienda, resulta como muy cantoso en la propietaria de la finca cantora, que, además, es cantatriz por más señas, aunque, en este caso, no esté dispuesta a dar el cante en un juzgado.

De nada servía que, hace unos pocos meses, cuando Julián Muñoz, o sea, Cachuli, andaba suelto contando sus euros, alguien le dijese a la Pantoja aquello de la copla: “Niña Isabel ten cuidado// donde hay pastón// hay pecado”, que ella iba a lo suyo, a comprar un par de casas y unas cuantas reses bravas. Porque, pequeñines/as míos/as, de algo se tenía que resarcir la buena mujer, tras la cosa aquella del restaurante, con su plato estrella del pollo a la Pantoja, ¿verdad?

La cosa, por tanto, venía rodada. Los años no pasan en balde y, con ellos, lo de subir a un escenario a desgranar copla tras tonadilla como que resulta muy cansado. De ahí que la viudísima de Paquirri se arrimase al árbol de Muñoz, esperando que su sombra le cobijase y, además, le engordase su cuenta corriente. Pero como se descubrió el pastel, a la cantatriz no le llegaba el traje de faralaes al cuerpo cuando su maromo tuvo que irse, cautelarmente, al Hotel Rejas. Era sólo cuestión de tiempo que le tocase el turno a ella.

De todas formas, podrá competir ya en los platós de la tele de los higadillos y el aparato génito-urinario con otras marbelleras de similar troní0o económico, tal que Maite Zaldívar (la ex de Cachuli) o Isabel García Marcos (la rubia de morritos siliconados). Dicen que puede ser cuestión de tiempo que a Isabel Pantoja le toque el ponerse a cantar por carceleras, un palo del flamenco que, de momento, ella no domina del todo. Pero todo se aprende en la vida, ¿verdad? Es cuestión de poner empeño en ello.

Sólo los mal pensados como Eduardo Zaplana y los coros y danzas mediáticos del PePé ven en el empapelamiento de la tonadillera la larga mano del gobierno de ZetaPé, que desea hacer un escarmiento en cabeza de folklórica madurita pero con tirón popular. Hombre, pues bien mirado, tampoco estaría tan mal. Porque estas cosas llegan muy hondo a las clases bajas, tan habituadas al marujeo de peluquería y supermercado. Una medida inteligente, porque la cosa tiene mucha más resonancia que, un suponer, se empapela a un financiero de nuevo cuño.

Menos mal que en ayuda de Isabel Pantoja, se supone que involuntariamente, ha venido el marido de Ana Botella, con esa cosa suya del tráfico y las copitas de vino. Para unos seguro que José María Aznar ha estado muy desafortunado, pero de momento, entre él y la presentación de la infantita Sofía de Borbón y Ortiz, en la calle y en las tertulias de las radios se habla menos de Isabel Pantoja, que tras el cante dado, seguro que se retira a su finca de La Cantora, quizá para contar sus dineritos. Los de ella y los de Cachuli, qu por algún lado andarán. 

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