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Periodista y escritora

Nerea Riesco: “He tecleado muchas escenas con lágrimas en los ojos”

Nerea Riesco: “He tecleado muchas escenas con lágrimas en los ojos”

miércoles 05 de mayo de 2010, 16:20h

Una saga familiar adscrita a la lucha perenne y a los peligros de un enigma: el antiguo y peculiar pacto cristiano-musulmán entre el príncipe Alfonso (años más tarde conocido como “El Sabio”) y el rey Axataf, a mediados del siglo XIII, para poseer la por entonces torre de la mezquita mayor de Sevilla —hoy Giralda— mediante tres partidas de ajedrez. Éste es el leitmotiv de El elefante de marfil (Grijalbo), último trabajo de Nerea Riesco (IX Premio Ateneo Joven de Novela de Sevilla 2004 con El país de las mariposas y finalista del Premio Espartaco 2008 con Ars Magica), donde la escritora nacida en Bilbao retoma su voz cálida, evocadora, sustentadora de emociones e intenciones, para sumergirnos en una trama tan pasional como misteriosa, gracias a un estilo narrativo absorbente y vibrante como el llamado “Terremoto de Lisboa” —punto de arranque de la novela— que sacudió los cimientos de la Sevilla del XVIII, en general, y del destino de la viuda López de Haro, en particular.

 

 

El elefante de marfil, una novela generacional con un potente argumento que imbrica historia, aventura, intriga, pasiones… ¿Cómo se cocina todo eso?

A fuego lento. Como tú bien dices, escribir es como elaborar un plato con idea de satisfacer el gusto de los paladares más exquisitos. No soy la típica autora pedante que asegura escribir para sí misma. Yo escribo para que la persona que se tropiece con mis letras disfrute. Si alguien va pasar varias horas de su vida con mi trabajo entre sus manos, lo menos que puedo hacer es “cocinar un buen plato” con ingredientes de calidad: un poco de misterio para los que tienen alma de investigadores privados, dos tercios de historia para los amantes del pasado, una pizca de costumbrismo para los nostálgicos y medio litro de pasión, amor y dramas para los románticos. He tardado dos años en cocinar El elefante de marfil.

 

 

Además de un juego constante entre la realidad y la ficción, pudiendo ambas llegar a confundirse por momentos…

Me gusta que los lectores sean incapaces de distinguir qué es la realidad (o lo que históricamente nos cuentan que fueron hechos reales) y lo que es pura invención. Fue mi editora la que me propuso aclarar este tipo de cosas con una “Nota de la autora” que se colocaría al final de la novela. En un principio me resistí. Nadie se pregunta si a Caperucita Roja realmente se la comió el lobo. Siempre he pensado que el que se enfrenta a una novela sabe que es literatura, pura creación, y que, como tal, es ficción, aunque en ocasiones se apoye en hechos reales. Pero al final me convencieron porque les resultaba muy sorprendente que en la Sevilla del siglo XVIII, por ejemplo, hubiese esclavos negros: les sonaba como a Raíces, y precisamente eso es real. Así que redacté la “Nota de la autora” aclarando las cosas. Y muchos lectores me lo están agradeciendo.

 

 

Tengo entendido que en esta ocasión fue la propia historia quien llegó a sus manos, literalmente hablando…

Fue hace ya algunos años, cuando hacía los cursos de doctorado en la Facultad de Comunicación de Sevilla. Una de las asignaturas era sobre el Periodismo a lo largo de la Historia. Intentaban hacernos ver que las noticias se cuentan de forma diferente dependiendo del medio de comunicación que nos las ofrezca; tal y como ocurre en la actualidad. Como ejemplo nos entregaron varios textos fechados a finales de 1755 que hablaban de un terrible terremoto que desmanteló Sevilla y dañó seriamente la Giralda. Uno de los documentos estaba redactado por la Gaceta de Madrid (que era la informadora oficial del momento) y simplemente decía que afortunadamente los reyes no habían sufrido ningún daño. Yo no tenía ni idea de que se trataba del célebre “Terremoto de Lisboa” que causó más de cincuenta mil muertos y provocó un maremoto que asoló Cádiz. En aquellos tiempos la escala sismológica de Richter no era utilizada, pero se ha llegado a la conclusión de que tuvo una magnitud 9.0; comparable con el que lamentablemente ha asolado Haití en los últimos tiempos. Pero lo que me empujó a imaginarme ese terremoto como el comienzo de una novela fue uno de los documentos que se imprimieron en Sevilla, redactado en verso, que salió de un negocio regentado por una mujer: la viuda de López de Haro. Me pareció encantador, dramático.

 

 

Y todo en torno a una partida de ajedrez entre dos culturas, inacabada durante siglos…

El ajedrez es como la vida misma; cada decisión que tomamos en ella nos abre múltiples caminos, posibilidades, oportunidades, peligros… tenemos que ser lo bastante hábiles como para saber elegir lo que más nos interesa en cada momento. Me pareció muy evocador. Así que estructuré la novela como una partida de ajedrez: inicio, medio juego y final. Incluso los personajes de la novela son como piezas: cada uno cumple su misión.

 

 

Cómo cambiaría el mundo si se respetasen los pactos de esa forma…

Sería estupendo que las batallas se librasen en tableros y que, tal y como ocurre en el ajedrez, cuando se terminase la partida, fuera cual fuera el vencedor, ambos contrincantes se levantaran y se dieran la mano en señal de respeto. Pero está claro que, como dice el poema, no somos más que piezas de ajedrez movidas por un gigante loco, lanzadas una por una a la caja de la nada.

 

 

Aunque esa histórica partida de la que se habla en la novela es ficticia, el germen de la misma, el asedio a la Sevilla musulmana por parte de las tropas castellanas de Fernando III y su hijo Alfonso, tuvo mucho de ajedrez…    

Desde que decidí que el escenario de mi novela sería Sevilla, me vino a la mente la conquista cristiana en la que estaba presente el que años después sería Alfonso X el Sabio. Él era un gran amante del ajedrez y me lo imaginé tramando estrategias militares durante los dos años que duró el asedio, como si la ciudad fuese un enorme tablero. A fin de cuentas iba con su padre el rey, con una reina que era una figura llamada “Virgen de las Batallas” que aún se conserva en la Catedral, con los caballeros de las órdenes militares y el religioso que podría identificarse con el alfil y que más tarde sería el primer obispo de Sevilla. Por otra parte, los musulmanes intentaban defender su torre (la actual Giralda) con otra (la Torre del Oro). Todo muy ajedrecístico.

 

 

Infiero una ardua labor de investigación detrás de El elefante de marfilDocumentarme para las novelas es una etapa muy satisfactoria para mí. Me divierto muchísimo. Crear el escenario adecuado me obliga a viajar en el tiempo, a encontrar datos que me llevan a otros datos, enterarme de qué se comía, cómo se vestía, qué se utilizó para desinfectar las casas cuando la epidemia de fiebre amarilla se llevó por delante a cientos de personas, dónde se enterraba a los muertos en una ciudad como la Sevilla de aquel momento en la que aún no había cementerio… Es un trabajo casi de investigadora privada, rebuscando en bibliotecas, archivos, preguntando a historiadores y descubriendo rincones de la ciudad que quedan opacados por la magnificencia de los grandes monumentos…

 

 

Pues por si le sirve el dato, le diré que son muchos los lectores que, tras haber leído la novela, me afirman caminar por cada rincón de Sevilla atentos a un gran número de detalles históricos que desconocían sobre la ciudad…

Sí, a mí también me lo han dicho. Por eso la Casa del Libro ha organizado lo que ha llamado “Ruta de El elefante de marfil”. Los dos sábados de Feria del Libro de Sevilla recorreremos algunos de los lugares emblemáticos de la novela. Me hace especial ilusión compartir eso con los lectores

 

 

El motor de la novela son los personajes femeninos. Desempeñan en la obra un papel decisivo, contrapunto interesantísimo a una época de hombres… 

Precisamente el personaje de doña Julia fue otra de las razones que terminaron de convencerme de la importancia de añadir una “Nota de la autora” al final de la novela. En un primer momento puede parecer que es un alegato feminista el colocar a una mujer de mediados del XVIII como directora de una imprenta en Sevilla. Pero ese personaje es real. La imprenta estuvo dirigida durante años por una mujer: la viuda de López de Haro, y hay diversos documentos que lo demuestran. Lo que me gusta de la literatura es que me permite rescatar a los olvidados de la Historia; los que se han quedado fuera por culpa de nuestra tendencia a plasmar en los libros sólo las generalidades. 

 

 

Aunque todos, tanto femeninos como masculinos, personajes excelentemente caracterizados. ¿Cómo trabaja ese aspecto?

Es fundamental no considerarlos personajes. Para mí, desde el minuto cero, son personas. Los tengo presentes y palpables, mucho más que a mucha gente de mi propia familia. Sé cuándo nacieron, cómo se sienten, si sufren, aman o tienen miedo, a qué partido político votarían si vivieran en estos tiempos, cómo van vestidos y cómo son físicamente. Forman parte de mí; es más, son “yo”. Les comprendo perfectamente, sé por qué actúan de la forma en que lo hacen en un momento determinado.

 

 

Así, seguro que el dar muerte literaria a varios de ellos le ha significado un “trance”…

Hay momentos de la novela que me conmovían profundamente. He tecleado muchas escenas con lágrimas en los ojos.

 

 

Como docente de talleres de creación literaria, me interesa bastante su opinión sobre el modo de afrontar la realización de este tipo de novela extensa, la cual exige un esfuerzo extra para mantener tono, ritmo, giros argumentales…

Yo soy una escritora que viaja “con mapa”. Antes de comenzar a redactar la novela lo organizo todo. Sé cuál es mi destino y los caminos que quiero seguir para llegar a él, disfrutando del paisaje, visitando lugares emblemáticos y, por supuesto, dejándome sorprender en ocasiones, porque todo no puede ser encorsetamiento. Siempre les digo a mis alumnos que escribir una novela requiere talento, pero también se necesita una gran constancia. Puedes escribir un relato estupendo en una tarde, pero una novela exige de ti cientos de horas de trabajo; una entrega total. Hay que ser consciente de eso. Escribir relatos siempre me pareció un “quiero y no puedo”. Si presumes de ser escritor y no intentas desarrollar tu arte en el género novelístico, te quedas en diletante.

 

 

Y como lectora, ¿qué literatura ocupa su tiempo libre?

Paso mucho tiempo leyendo ensayos, documentos o textos que me sirven para la documentación de nuevas novelas. También me permito caprichos literarios. Me interesa el libro como objeto artístico. Me gusta la literatura escrita en castellano porque me preocupa que la esencia del escritor se pierda en las traducciones.

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