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Sobresalto matutino

Sobresalto matutino

domingo 09 de mayo de 2010, 10:40h

 Los informativos de las primeras horas de ayer, sábado, provocaron un auténtico sobresalto. El Rey se encontraba en el quirófano para ser sometido a la extirpación de un pequeño tumor pulmonar. Nada hacía presagiar semejante noticia. Nada se dijo tras su habitual reconocimiento médico en Barcelona y apenas unas horas antes se le vio en La Zarzuela recibiendo al vicepresidente norteamericano. La Reina se encontraba en Barcelona y regresó a Madrid, en donde tenía el compromiso de dos audiencias y ayer mismo viajó de nuevo a la Ciudad Condal. El Príncipe en Costa Rica para asistir a la toma de posesión de la nueva presidenta.

   Más normalidad, imposible. Un breve comunicado de la Casa Real, en el que de manera bien  deliberada se obviaban términos malditos, se daba cuenta del hecho que, sin duda, es una cuestión de Estado. La normalidad era tal que el sobresalto fue inevitable para una sociedad ya de por si sobresaltada por la crisis, los mercados y ahora por los especuladores.

   La discreción con la que la Casa del Rey ha llevado este asunto ha sido espartana. La salud de los Jefes de Estado, es eso, una cuestión de Estado y la norma es informar solo de aquellas situaciones que revisten una cierta gravedad, o que sin ser graves obligan a modificar la agenda.

   La salud y la enfermedad pertenecen al ámbito de lo privado y si el Rey siempre ha sido merecedor del máximo de los respetos, ahora mucho más. El hecho de ser Rey no libra del sufrimiento, todo lo contrario. Obliga a sobrellevarlo con más entereza y el Rey, con toda seguridad, dará, como en otras muchas ocasiones, buena prueba de ello.

   Dicho todo esto, los ciudadanos todos tenemos derecho a la información. Una información puntual y suficiente que evite rumores. El Rey es querido por la inmensa mayoría de ciudadanos y su figura es y seguirá siendo un referente insustituible. Lo que le ocurra, además de ser cuestión de Estado, afectivamente no deja indiferente a nadie y ayer los ciudadanos españoles vivimos el sobresalto de lo inesperado. Ahora tenemos derecho a saber qué podemos esperar.

   Afortunadamente el Rey es fuerte y la medicina avanza en sabiduría, de manera que a no tardar es seguro y, por supuesto deseable, que de nuevo le veamos entre nosotros. Para los que vivimos la magnífica transición española, el Rey es más que el Jefe del Estado. Es un español querido por todos, nuestro mejor embajador en el mundo y ese clavito que une todas las tablillas de este enorme y maravilloso abanico que es España.

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