Las encuestas del 27-M

Las encuestas electorales suelen marcar tendencias pero pocas veces aciertan, y eso que están muy cocinadas, ya que entre lo que manifiesta la gente y el resultado que se publica suele mediar un buen trecho. Pero ni con ésas, de ahí que las encuestas sigan siendo un instrumento útil para los estrategas y los analistas políticos, pero rara vez el más decisivo de los muchos elementos que manejan. Otra cosa son las encuestas sobre hábitos de consumo que hacen las empresas o incluso las consultas sobre los problemas de la gente, cuyo resultado sí suele ser valioso para orientar las posiciones de los partidos, ansiosos por olfatear el pulso de la calle.

Hay muchos factores que hacen que las encuestas electorales sean poco fiables, empezando por su metodología, su calidad técnica o el tamaño de las muestras y terminando por las dosis de sinceridad que regalan los ciudadanos a los encuestadores. Pero no sólo eso. También influye mucho si se trata de una foto fija o de un barómetro sostenido en el tiempo, e incluso otros factores como acontecimientos posteriores a la recogida de las muestras. Y no digamos ya si de por medio hay un atentado terrorista o cualquier otra incidencia de esa naturaleza. Recordemos que no hace falta que nos remontemos mucho en el tiempo para constatar como en política sí puede cambiar el curso del Amazonas.

Pero dicho todo esto también cabe apreciar las encuestas en aquellos aspectos que se deben valorar, con el valor añadido que supone que, aunque sólo sea por un efecto estadístico, alguna vez tienen que acertar. Ahora que tenemos encima de la mesa la potente encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas sobre las elecciones del 27 de mayo, municipales en toda España y autonómicas en algunas comunidades, la primera conclusión apunta a la continuidad, con más oportunidades de avanzar para el PSOE que para el PP. En definitiva, los socialistas tienen el terreno más abonado para el pacto con otras fuerzas políticas, mientras que los populares casi dependen del todo o nada que representa la necesidad de alcanzar mayorías absolutas.