La política en los pueblos andaluces
martes 31 de agosto de 2010, 18:56h
Los que vivimos en las grandes ciudades y nos dedicamos a analizar la actividad política, estamos bastante alejados de la cruda realidad que se vive a diario en cientos y cientos de pueblos andaluces donde el partido mayoritario (que en el noventa por ciento de los casos es el PSOE) hace y deshace a su antojo sin tener en cuenta lo más mínimo a una oposición que casi siempre es testimonial. Lo he podido comprobar este verano durante las dos semanas que he vivido en mi pueblo, Arjona, una pequeña ciudad agrícola dedicada fundamentalmente al olivar, de poco más de cinco mil habitantes en la campiña de Jaén. Casi desde el inicio de la democracia, Arjona, cuna del rey nazarita Aben Alhamar apodado "El Magnífico" o "El Rojo" (dice el refrán español que "de casta le viene al galgo"), iniciador de la Alhambra, ha estado gobernada por los socialistas que elecciones tras elecciones han sacado siempre mayoría absoluta. Las causas son evidentes.
Arjona estuvo en manos de la República hasta casi el final de la guerra civil y soportó durante casi tres años los bombardeos diarios del frente que estaba estabilizado sólo a una decena de kilómetros, en Porcuna. Tras la victoria de Franco la represión no se hizo esperar y fueron muchos (casi tantos como en el otro bando cuando se proclamó la República) que fueron fusilados o encarcelados. Durante la postguerra, con el ochenta por ciento de la tierra en manos de un diez por ciento de la población vencedora, la mayoría de ella perteneciente a grandes familias terratenientes acomodadas de Granada o Madrid, fueron muchos las familias que pasaron hambre, verdadera hambre y se vieron obligadas a tener que emigrar a Barcelona, a Madrid, a Alemania o Suiza.
Así no es de extrañar que, llegada la democracia y tras el "impasse", más por miedo que por convicción, de una UCD en descomposición, el PSOE se hiciese con el Ayuntamiento por mayoría absoluta y repitiera cada cuatro años fuese quien fuese su candidato. El odio a la derecha y a unos señoritos que prácticamente ya habían desaparecido, las necesarias peonadas del PER para poder subsistir a lo largo del año y el recuerdo atávico de una contienda que tanto daño hizo a unos y otros, se han mantenido en lo más hondo de la conciencia de los arjoneros durante muchas décadas. No voy a entrar a juzgar la labor que han hecho los distintos alcaldes, que de todo hay en la viña del Señor. Se han producido atisbos de corrupción, se ha fomentado el enfrentamiento, se ha registrado más de un caso de evidente nepotismo, y también ha habido gestiones honradas, siempre bajo la tutela del partido y la vigilancia del Gran Hermano Zarrías que ha cercenado de raíz cualquier atisbo de disidencia. Es decir, lo de siempre, lo que también sucede en las grandes ciudades, pero con la mayor cercanía de unas personas que tienen que convivir en vecindad.
Ahora, cuando la democracia española está más que asentada, es cuando parece que se aprecian algunos signos de un cambio que todavía tardará algunos años en llegar. Hay que dejar claro que nadie es intrínsecamente malo por defender unas siglas, sean éstas las que sean, del PSOE, del PP, de IU-CA o del PA, la gente es buena o mala por su propia personalidad, por su educación y por su forma de actuar. Ni los que defienden a la derecha tienen por qué ser fascistas, ni los que son de izquierdas han de ser apelados como "rojos". Unos y otros son personas y no etiquetas de un traje hecho a la medida, o no deberían serlo. Son muchos los que siguen atados a unas siglas de un partido que dice llamarse "obrero" porque de ellas depende su comida diaria y su escaso patrimonio, pero son cada vez más los que comienzan a disentir y a preguntarse si no va siendo hora de modificar lo hasta ahora inmutable. Es pronto, pero en sus manos está que la democracia se consolide, y que el natural juego de partidos y la alternancia política sean algo tan natural como la vida misma. Cuando ello se produzca en los pequeños pueblos andaluces, será cuando hayamos alcanzado la mayoría de edad política. Mientras tanto, seguiremos siendo el rebaño de corderos en manos del pastor socialista.