Aznar, a falta de mejores recursos intelectuales, políticos o retóricos de persuación, se cree en la necesidad de seguir administrando el miedo, esto es, el terror por antonomasia, el que supone que a los españoles suscita aún, inmovilizándoles, el recuerdo de la guerra que quienes la provocaron llamaron arteramente civil por el deseo de extender la culpa a cuantas personas habitaban nuestra nación en la tercera década del pasado siglo.
Ya Zaplana dijo una vez, aludiendo a la restaruación de la memoria histórica, que no parecía sino que los ciudadanos resueltos a saber la verdad de lo que pasó pretendían "volver a las andadas", pero aquella declaración chulángana y amenazadora se queda en poco ante lo que Aznar soltó en un mítin de su partido celebrando el martes en Calatayud: "Zapatero ha conseguido que media España no acepte a la otra media" "Y eso que nos condujo a lo peor de nuestra historia hace 70 años es el esquema político que se quiere repetir ahora".
Por si no había quedado claro, por si la tea de su verbo no se había acercado lo suficiente a la gasolina de la visceralidad inculta y facciosa, remató su mensaje así el hombre de las Azores: " Cada voto que no vaya al PP será un voto para que ETA esté en las instituciones". Como quiera que la enormidad se comenta por sí sola, o como quiera que para analista político hay simas a las que no puede descender sin desdoro de la dignidad de su oficio, concedamos a Gaspar Llamazares, que como político lleva en el sueldo la obligación de descender, el pobre honor de valorarla con las certeras palabras que pronunció en su mítin de Zaragoza: "SI ETA no existiera, el PP (Aznar) tendría que crearla".
La urbanidad con que se está desarrollando la campaña encocora, según parece, al infausto Aznar, conspicuo administrador del tarro del miedo y del mal rollo en cualquier modalidad.
Si (
No(
