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Un espíritu racista

Un espíritu racista

lunes 27 de septiembre de 2010, 20:50h
Sangre indígena corre orgullosamente por mis venas. Temo no poder decir lo mismo de mi espíritu. No creo en la reencarnación. Quisiera poder decir que fui Túpac Amaru en una vida pasada. Temo que ése es privilegio de los poderosos. Algunos espíritus, sin embargo, han logrado poseer mi corrupto y alienado cuerpo. Ninguno de ellos pertenece a una vida anterior. La rebeldía de Túpac Amaru Shakur (2Pac), un rapero afroamericano que vendió 50 millones de discos cuando estaba vivo y más de 25 millones después de ser asesinado, es uno de ellos.

Dudo que etno-puristas entiendan mi celebración de música de protesta de gringos de raza negra; melodías en inglés que expresan su desprecio del racismo con gritos egoístas, sus cuellos adornados de fastuosos collares de oro y diamantes, abrazando cuerpos voluptuosos, sentados en coches de carrera. Seguramente preferirían que celebremos sólo música que ellos consideran legítima, cantadas en el idioma que ellos consideran aceptable, humildemente arropados en ponchos y aguayos. La intolerancia disfrazada de revolución es el espíritu que gobierna los andes del siglo XXI.

Regresiones inducidas por hipnosis permiten al paciente explorar encarnaciones previas. Parece que barreras lingüísticas inhiben a espíritus de hermanos africanos aventurarse en tierras andinas, para asumir cuerpos bolivianos. No sé si expertos en Terapia de Vidas Pasadas registren la etnia de vidas anteriores de sus pacientes. Presiento que la mayoría son etnias que salen en el cine, como ser un samurái japonés o un explorador holandés. Dudo que muchas regresiones acaben en memorias de África, cuna de la humanidad. ¿Sería ése un espíritu racista?

En esta vida yo fui criado por una descendiente de esclavos africanos. Mariana, mi madre adoptiva, era una mujer hermosa, su piel azabache como el carbón; su cariño y férrea disciplina, una dulce memoria. En mis años de exilio, me transformé en adolescente en un país de legado africano. Culturalmente, tengo más influencia caribeña que kolla. Extiendo una disculpa a los intolerantes por tal atrevida confesión. Espero que celebrar mi herencia africana no me haga, en sus confundidos ojos, un discriminador de lo andino.

En su arremetida contra el racismo, los intolerantes se olvidan de una muy poderosa arma en la crítica social: el humor. Mediante sarcásticas parodias que se burlan de estereotipos, el individuo no sólo acaba en carcajadas, sino que acaba reflexionando sobre varios tipos de males “humanos tan humanos”; entre ellos el racismo. Si no podemos reírnos de nuestras deficiencias, jamás lograremos trascender el flagelo de nuestra propia esencia tribal. Tal vez logremos reprimir instintos primitivos, pero la censura jamás permitirá transformar nuestra corrompida naturaleza.

En 1992, un policía de tránsito fue asesinado por un adolescente que escuchaba en su coche 2Pacalypse Now, de Túpac Amaru Shakur (2Pac), un álbum que rapea sobre asesinar policías. En reacción, el intolerante vicepresidente de EEUU, Dan Quayle, demandó que el disco fuera retirado del mercado. El ignorante mandatario norteamericano intentó utilizar su poder político para intentar reprimir una expresión artística que “promueve la violencia”. Aquí también deberán monitorear y castigar a aquellos que reproducen películas, pinturas o música cuyo contenido pueda considerarse “discriminatorio”. Antes que pasen la Ley Contra el Racismo y Discriminación, elevo a Túpac (2Pac) una plegaria: Mi negro hermoso, cuánto extraño tu violenta, irreverente y anarquista rebeldía. ¡Volverás y venderemos millones!

Economista

Flavio Machicado Terán
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