Panorama de octubre

Nunca nos hemos apuntado a los tambores de los profetas del  apocalipsis, a los mensajeros de las situaciones desesperadas, a los S.O.S  de quienes dicen que la Patria está en peligro o que España se rompe.
   
Lejos de nosotros, en fin, la funesta manía de echarlo todo por tierra y de proclamar que España no tiene remedio.
   
Pero tomamos la paz y la palabra para pensar que “algo hay que hacer”, y que la situación actual es inquietante. Hemos salido de la semana de la huelga general, y nadie ha dado un paso adelante a favor de los cuatro millones y pico de parados que hay en nuestro país. A nadie se le ha caído la cara de vergüenza por la violencia de los llamados piquetes informativos, personas  “anti-sistema” o a sueldo de los sindicatos subvencionados. Y nadie, en fin, parece darse por aludido por las terribles perspectivas de pobreza y desempleo que se agudizan mirando a un horizonte tan cercano como el de 2011. En nada nos consuela creernos que la crisis es global, puesto que países de nuestro entorno están mejorando sus niveles de empleo y de riqueza, mientras que en España todo va a peor, y así lo confirman infinidad e indicadores. El proyecto de Presupuestos Generales del Estado lo atestigua: somos más pobres que en el ejercicio anterior, y cada día que pasa nos parecemos más a Biafra que a Suecia. Aquel cliché irresponsable de la “España, envidia del Primer Mundo”, que se codeaba y competía y ganaba a Francia, Reino Unido, Italia o Alemania…es hoy la crónica de una pura mentira.
   
“Algo hay que hacer”, y esas herramientas están en la democracia. Personas tan relevantes como Pérez Rubalcaba lo tienen muy claro, aunque no lo digan por respeto a las instituciones de las que forman parte.
  
Los grandes pueblos, las sociedades conscientes y robustas, se engrandecen aún más cuando, en los tiempos de tempestad, todos afrontan, unidos, los retos. Da la impresión, en fin, de que en España  (y no hay más que ver las primarias socialistas de ayer en Madrid) importan más los individuos que las soluciones; las obsesiones más que las razones; los intereses particulares más que el bien común.
    
Quien les habla  -y lo saben los oyentes desde hace décadas-  es todo lo contrario a un tele-predicador. Aquí, en “Protagonistas”, hacemos de los micrófonos abiertos un espejo al borde del camino. Y lo que refleja ese espejo es que o se reproducen actitudes éticas y políticas y sociales como las que sustentaron los “pactos de la Moncloa” (con políticos, sindicalistas, empresarios y demás agentes sociales unidos), o nos vamos al carajo. Y eso es muy serio amigos, ya que con casi cinco millones de parados, no está el horno crematorio para bollos.



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