Princesas

Escribo estas pocas líneas coincidiendo con dos hechos relacionados, más o menos, con la Monarquía: la visita de los príncipes de España a Miranda de Ebro y Medina del Campo, y lo mal que lo está pasando Belén Esteban, convertida en la Princesa del Pueblo, la nueva Evita Perón que arenga masas y que baraja la posibilidad de  presentar su candidatura a las elecciones generales de 2012. Me parto el culo sólo de pensarlo y prometo meditar mi voto y, salvo arrepentimiento de última hora, pienso votar a esta señora. Primero, porque no soy nada monárquico y creo que semejante negocio (de por vida y hereditario) hay que currárselo desde abajo y no desde la cuna de oro en la que han nacido casi todos estos pavos de sangre azul que viven como Dios a costa nuestra. Segundo, porque no creo que la Esteban sea peor diputada o senadora que las tres cuartas partes de las señorías que descansan la próstata en el Congreso o en el Senado, y de cuyos nombres ni me acuerdo, ni falta que les hace a ellos, que con cobrar ya tienen bastante.

Además, la falsa princesa es mucho más carnal y barriobajera que la auténtica, a quien no imagino ni de coña participando en un concurso de regüeldos y mucho menos de ventosidades, mientras que a la otra sí. Como tampoco imagino a doña Letizia mirar a cámara diciendo aquello de “yo, por mi hija, mato. Es que mato”. Qué fuerte, sí, pero qué sincero, qué racial.

Una persona tan auténtica merece un voto desencantado como el mío. Al fin y a la postre, si la Esteban sale elegida, tendrá que revalidar escaño cada cuatro años, lo cual es una garantía de poderla mandar a pastar si no te gusta.

Francisco Cantalapiedra. Periodista.