Pero ¡qué empeño con la Rice!
jueves 31 de mayo de 2007, 13:21h
Hay gente empeñada en que España se lleve mal con los Estados Unidos. De la misma manera que existen quienes se empecinan en que los españoles somos -una parte de los españoles, al menos- antiamericanos. Y no: los españoles, en cuanto podemos, viajamos a los Estados Unidos y, si hay dinero suficiente, hasta hacemos sacrificios increíbles para que el niño o la niña sigan un curso en los USA, entendiendo que allí encontrarán una formación mejor. Eso es una cosa. Criticar aquella primera elección de Bush, tan chapucera en el recuento de papeletas, atacar la guerra contra Irak y sus consecuencias, rechazar la vigencia de la pena de muerte y de un sistema penal intolerable en muchos estados y reírse de la simplicidad de algunos planteamientos propios de la ‘América profunda’, es otra. Y, desde luego, mostrarse reticentes o hasta mordaces con ciertos aspectos de la vida política, social o económica de ese gran país no es ser ‘antiamericano’, como algunos ‘neocons’ españoles nos quieren a otros compatriotas.
Y son esos ‘neocons’ los que ven conveniente para sus intereses (los de los ‘neocons a la española’) que el Gobierno de Zapatero tenga unas pésimas relaciones con la Administración Bush. Por eso, la visita de la secretaria de Estado Condoleezza Rice se presenta, se quiere presentar, como una especie de pulso con el Ejecutivo español, cuando a mí me parece todo lo contrario: una mano tendida, mano fría, eso sí, pero ‘Condi’ es una personalidad que admite pocas efusividades. Sin falsos chauvinismos, tenemos que decir que España es un país interesante para la diplomacia de Washington: miembro de cierto relieve de la Unión Europea y ‘puente’ obligado hacia Iberoamérica, donde los inversores españoles son los primeros del mundo, por delante de los norteamericanos, en las naciones más potentes del subcontinente otro lado del Atlántico.
Me cuesta creer, lo digo tras la última polémica suscitada por unas declaraciones de la señora Rice acerca de España y Cuba, que la diplomacia norteamericana sea tan miope como para no ver el papel fundamental que nuestro país puede jugar, va a jugar, quizá esté jugando ya, en la democratización del régimen de La Habana.
Puestas así las cosas, me parece que tiene una importancia secundaria que Bush se empecine en no recibir a Zapatero en el despacho oval, cosa de la que, por cierto, no deja de tener buena parte de culpa el izquierdismo infantil que a veces saca a pasear nuestro presidente del Gobierno. Allá Bush y sus prejuicios, allá Zapatero con sus ocasionales meteduras de pata. Me parece que las relaciones entre los dos países tienen mucha más trascendencia que la simpatía que se puedan tener -mire usted el caso de Aznar: no nos fue mucho mejor, pese a las imágenes con los pies sobre la mesa y la mano en el hombro en Las Azores- los inquilinos de la casa Blanca y de La Moncloa.
Así que bienvenida, Condi, desde un plano de igualdad: Que aquí ya no estamos en los tiempos de Pepe Isbert ni esperamos a míster Marshall.