Tras no pocas vicisitudes, la primera oleada de fusiones (frías, calientes o templadas) impulsada por el Banco de España ha concluido con las seis cajas de Castilla y León alineadas en cuatro formaciones diferentes. Hubo que esperar a la víspera de Nochebuena para que las dos cajas burgalesas superaran el último escollo: el visto bueno de la Junta a la integración de Caja Círculo en Caja 3 (CAI y Caja Badajoz) y el accidentado sí de la asamblea general de Caja Burgos a la incorporación de Caja Sol al SIP de Banca Cívica.
Pero nadie ignora que durante el año que concluye tan solo se ha librado el primer asalto de un proceso de concentración que proseguirá sin tregua a lo largo de 2011. Todo señala que en el plazo de dos años el medio centenar de cajas hasta hace poco existentes estarán agrupadas a lo sumo en media docena de Macrocajas que, participadas por el capital privado, constituirán una especie de híbrido entre banco y caja que cada vez tendrán mas de lo primero y menos de lo segundo. (La obra social no desaparecerá, pero será cada vez más residual).
¿Dónde acabarán en ese proceso las seis cajas de Castilla y León? La pregunta es irrelevante respecto a las dos cajas de Burgos y a las de Ávila y Segovia, es decir a las embarcadas en SIPs con cajas de otras comunidades autónomas. Está muy claro que estas cuatro cajas han dejado de ser dueñas de su propio destino. A partir de ahí poco importan las nuevas alianzas que alcancen, tras las cuales quedarán todavía mas diluidas de lo que ya lo están en la actualidad.
“Seria totalmente inexplicable que entidades que durante dos años han rechazado su integración con otras de la propia comunidad, alegando que podían y preferían seguir solas, se embarquen ahora en ese mismo tipo de integraciones, pero con entidades de otras comunidades, y si que con ellas aseguren su supervivencia en el corto y medio plazo”. Era lo que se temía el presidente Juan Vicente Herrera en el discurso pronunciado el 23 de junio pasado en el debate parlamentario sobre el estado de la comunidad. Y es lo que se ha producido; eso sí, con el visto bueno en todos los casos de la Junta, que ha ido aprobando uno tras otro los SIPs de Banca Cívica, Caja Madrid y Caja 3.
La gran cuestión a dilucidar es con quién se aliará Caja España-Caja Duero, la única caja de Castilla y León que ha preservado su “soberanía” territorial después de este primer asalto. Dando por hecho que en 2011 tendrá que sellar alguna alianza, el abanico de opciones hoy por hoy es bastante amplio.
Quienes, a partir del desembarco de Evaristo del Canto en la presidencia, han podido pensar que La Caixa puede ser la opción preferente, incurren en un completo error. Esa sería una alianza completamente “anti natura”, yo diría que inverosímil, mientras la nueva Caja siga controlada por el PP y el PSOE. Mas allá de su anterior subordinación laboral y de su afinidad confesional con Isidro Fainé, no hay que olvidar que Del Canto ha llegado al cargo apadrinado conjuntamente por ambos partidos, careciendo por tanto de autonomía para orientar por su cuenta una decisión de ese calado. Por elementales razones políticas la opción de La Caixa ha de ser la primera en descartarse. Y precisamente por esas mismas razones no puede ni debe descartarse la opción de Caja Madrid. El rebote de la Junta con Rodrigo Rato por lo de Caja Ávila y Caja Segovia constituye un episodio pasajero que no impide que, llegada la hora de la verdad, la Caja de Castilla y León pueda compartir futuro con la caja madrileña. Para muchos sería lo más natural y sensato.
Pero hay otras opciones. Una de ellas puede ser la de intentar dar contenido a esa entelequia política denominada Macrorregión apostando por una alianza con las cajas gallegas con la vista puesta en el mercado portugués. Y otra sería participar en alguna de las alianzas interregionales no lideradas ni por Caja Madrid ni por La Caixa. Todo ello conforma una encrucijada que está a la misma vuelta de la esquina.
(En las fotografías, Evaristo del Canto y Rodrigo Rato)