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La paz es fruto de la justicia

La paz es fruto de la justicia

martes 05 de junio de 2007, 16:51h

Cuando tengo que escribir de terrorismo, de la negociación o de las víctimas, releo frecuentemente a Antonio Beristain, un catedrático emérito de Derecho Penal, director y fundador del Instituto Vasco de Criminología que, entre otras muchas cosas, tiene una apasionante doctrina sobre las víctimas, la victimología. Siempre aprendo del sabio maestro. Hoy, casi al azar, abro uno de sus libros (”Protagonismo de las víctimas de hoy y mañana”. Editorial Tirant lo Blanch”) por la página donde recuerda un viejo dicho latino: opus iustitiae pax, la paz es fruto de la justicia. Juan Pablo II decía algo más: “no puede haber paz entre los hombres sin justicia”. Beristain explica que no es lo mismo “violencia” que “terrorismo”, por más que lo equiparen algunos defensores del diálogo como fuente primigenia de la paz. Critica que se hable de los violentos para definir a los terroristas o de “condenar la violencia venga de donde venga”, porque el problema no es la violencia, sino “el terrorismo de los que aplican la pena de muerte sin juicio previo y de quienes les encubren, inducen o desean su impunidad”. Y añade que “la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea de diciembre de 2000 no menciona como valor fundamental el diálogo, sino la libertad y la justicia”. Y añade: “hoy en España urge, ante todo, hacer algo concreto para erradicar la realidad cotidiana del terrorismo. Hemos de conjurarnos para que no haya más asesinatos y más secuestros. Después, sólo después, vendrá la paz”.

He oído al presidente Rodríguez Zapatero manifestar la firmeza del Gobierno ante las amenazas de ETA y hablar, dos veces, de la sociedad vasca y de la sociedad española, como si fueran dos realidades diferentes, de su búsqueda honesta, pero sin duda mal enfocada, de la paz a través del diálogo, y de su petición de apoyo unánime, cuando no lo ha buscado antes con la intensidad que debía. Y, sin embargo, éste es el momento de la unidad de todas las fuerzas políticas y sociales contra ETA y lo que ETA significa. No puede haber otro camino. Estamos, otra vez, en el punto de partida.

¿Qué espera la sociedad después del comunicado de ETA? Pues simplemente que la paz sea fruto de la justicia y de la libertad; que las víctimas, que no han exigido venganza nunca, sean escuchadas y atendidas, que se reconozcan sus derechos y que no se tengan que esconder de los asesinos; que no ganen la batalla quienes no sólo “transgreden la ley, atentando contra la vida y los bienes de los demás, sino que tratan también de modificar el ordenamiento en función de sus propios intereses, por encima de los principios éticos y de la consideración del bien común” (Juan Pablo II). Algo tan simple como eso.  La justicia, sólo la justicia, debe traer la paz.

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