Otra trampa de ETA

El comunicado de los etarras, leído ayer por tres encapuchados tocados con “txapela”, no es lo que la sociedad española esperaba, que es el final del terrorismo, el adiós a las armas, la entrega de los criminales que están en fuga, y el comienzo de un tiempo nuevo de paz y libertad definitivas. Por fortuna, y tras haber picado en el anzuelo en otras ocasiones de “tregua-trampa”, ayer las fuerzas políticas de diverso signo han sabido reaccionar con desconfianza ante los matones y con un rechazo total a sus intentos de tratar de tú a tú al Estado de Derecho, e incluso de imponer condiciones. Porque, como comprenderán, hablar de que observadores internacionales verifiquen la nueva patraña etarra es una broma siniestra y de mal gusto.
  
Algo distinto es que los analistas lean entre líneas el comunicado, y que los expertos intenten obtener conclusiones objetivas, entre las que figura la impresión de que ETA está en sus últimos coletazos, aunque aún puedan durar algún tiempo y ser dolorosos para los inocentes.
    
El lenguaje ambiguo no debe tener cabida en estas situaciones. ETA tiene dos caminos: o abandona para siempre las armas, sin condiciones, o se dedica a “marear la perdiz”, haciendo el juego a sus cómplices que juegan al gato y al ratón intentando de nuevo colarse en las instituciones democráticas vascas. ETA no puede existir a medias, ni ser menos violenta, ni más dialogante… Eso es una mentira. El único objetivo legítimo que deben afrontar los etarras es desaparecer. Y no lo han hecho.  Puede que del comunicado de ayer salga alguna pista sobre el final del túnel. Pero el túnel, sangriento, chantajista,  arrogante y maldito sigue existiendo.
  
Menos mal, en fin, que en esta ocasión la reacción política ha sido ejemplar en su madurez, y que ha llegado la hora de no tropezar, ingenuamente, dos y tres y cuatro veces en la misma piedra. Es muy probable que ayer, mientras los encapuchados de esa ópera bufa, de esa escenografía siniestra, leían su comunicado, algunos etarras estuviesen preparando un atentado o enviando cartas de extorsión a los empresarios vascos. Malditos etarras: aquí no valen trampas y sólo tenéis un camino, que es el de desaparecer de una vez y para siempre.