Modas infamesLa línea recta
lunes 14 de marzo de 2011, 08:58h
Más de 6000 millones de habitantes pueblan hoy el planeta Tierra y -¡oh, maravilla!- no hay dos iguales. Muchos, al menos eso me dicen, llevan decenios buscándose y aún no se han encontrado. A las personas con discapacidad les ocurre otro tanto. Las estadísticas de organismos internacionales las datan en unos 60 millones en todo el mundo. Y, como el resto de los mortales, todas son iguales en su condición de personas pero, al mismo tiempo, todas diferentes a la hora de enfrentarse a su discapacidad y dar una salida personal, concreta al asunto de vivir día a día con su limitación.
Un viejo profesor de su infancia y preadolescencia -don Hermógenes, maestro comunista represaliado después de la Guerra Civil española, que, para sobrevivir, tuvo que montar su propia academia- repetía hasta la saciedad a sus alumnos y alumnas, generación tras generación, aquello de que “la distancia más corta entre dos puntos es siempre la línea recta”. El periodista también lo había creído siempre así hasta que un buen día, hace ya más de 30 años, perdió prácticamente la visión. Desde entonces hubo de revisar el concepto y redefinirlo.
Al entonces joven periodista, más o menos brillante, con cierta experiencia y con todas las ganas y la confianza del mundo para intentar, imitar primero, y alcanzar después la maestría de los Umbral, Delibes, Anson, Cándido, del Olmo, Iglesias, Romero y tantos otros apellidos ilustres de periodistas, escritores y comunicadores de la segunda mitad del siglo pasado, el mundo se le vino encima cuando en menos de un año perdía total y definitivamente la visión de un ojo y casi del otro que -a la sazón- apenas sí superaba un 3 por ciento de visión.…
Reinventarse
Desde entonces, el ejercicio de desmentir el viejo axioma de don Hermógenes se convirtió en necesario, constante, casi obsesivo. Y no bastó nunca con la fuerza de voluntad, el reciclaje, la capacidad de adaptación y el apoyo de familiares y allegados. Esas eran condiciones imprescindibles, pero no suficientes para seguir adelante. Hacía falta, además, algún que otro ingrediente que sólo después de esos 30 años, se atrevió a reflejar por escrito. A saber: A la fuerza de voluntad había que añadirle una inmensa capacidad para reinventarse. Es cierto, “yo ahora no puedo leer -se decía a sí mismo- como lo hacía hasta ese momento”, y posiblemente esa fuera una capacidad que jamás volvería a recobrar, pero su inteligencia, su oído, su facilidad para la escucha, su necesidad de acceder a otras historias y a otros mundos no se le habían cerrado, ni mucho menos. Otras voces, entonces desconocidas, pero muy pronto amigas (Carlos, Paloma, Miguel, Victoria y tantos otros lectores…) poblaron inmediatamente su universo personal como el de muchos otros compañeros ciegos y habituales usuarios del Libro Hablado de la ONCE.
Después vendrían artilugios, instrumentos (Braille Hablado, PC) , hardware y software varios, que le permitirían leer textos impresos, anotar, archivar, revisar, leer el periódico digital, escribir artículos, reportajes, novelas y hasta hacer los guiones para sus propios programas de radio…
Cebri
Sí, la radio, ese viejo sueño al que otro periodista ciego, desgraciada y prematuramente desaparecido, Juan Antonio Cebrián, supo hacer realidad como nadie formando alrededor de “La rosa de los vientos” todo un ejército de militantes, de fieles seguidores en una cadena que durante varios lustros fue de la ONCE , Onda Cero Radio (OCR), y a la que muchos otros periodistas y comunicadores le constaba que todavía echan de menos .
Como Juan Antonio, muchos otros ciegos pasaron por allí y por ese hijo pequeño, el más entrañable de la Cadena, Canal 11 -una emisora interna de la Organización de ciegos que emitía a través de OCR-, y que hoy aún siguen allí o están en Radio Nacional de España o en otras emisoras.
También él estuvo en CANAL 11 y un buen día decidió rescatar unas cuantas experiencias de personas de todo campo y color que acabase por demostrar lo que hasta entonces no dejaba de ser una hipótesis: que, a veces, la distancia más corta entre dos puntos no es la línea recta.
Se encontró a ciegos que dominaban ocho o diez idiomas, que eran empresarios, sacerdotes, médicos, actores y actrices, políticos, aficionados a los toros –y con abono anual desde tiempo inmemorial a la Feria de San Isidro- , diseñadores, músicos, patrones de yate, abogados, diplomáticos, deportistas, comerciales, escritores, profesores, padres, madres… todos ellos contribuyeron a derribar la vieja teoría de don Hermógenes y a formular otra que otorgaba a las ondas hertzianas la capacidad de ser un camino, no sé si más corto, pero sí más directo que la línea recta.
http://www.josemiguelvila.es/mirada.html