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El tintero: Barry de la Yosa

El tintero: Barry de la Yosa

jueves 07 de abril de 2011, 21:50h
En este mundo en el que poco es seguro y casi nada es cierto, en esta sociedad de usar y tirar, en la que todo vale y en la que el hombre es un lobo para el hombre, homo homini lupus, que resumía Hobbes de Plauto, ya hace años que mi corazón gobierna mi mente con una filosofía adaptada mucho más recomendable: homo homini canis. Literalmente la traducción es que el hombre es un perro para el hombre; pero lo suyo es saltarnos la literalidad y decir que el hombre debería ser como un perro para el hombre. Estoy convencido que de los pocos seres, por no decir los únicos, si me dejo llevar por los sentimientos, en los que se puede confiar al ciento por ciento son esos animales, también de cuatro patas como el lobo (el perro primigenio), a los que nos referimos como perros, aunque en todos los casos tienen nombre propio. Como las personas. En el caso del mío incluso apellidos: Barry de la Yosa de Simancas. Su nombre parece hasta aristocrático por cuestiones de pedigrí, pero él en realidad es de lo más sencillo. Tiene un temperamento tranquilo, pero un carácter fuerte. Como somos la mayoría de castellanos y leoneses. Entre los cientos de imágenes llegadas estos días desde un Japón arrasado por un tsunami, además de las de la gran tragedia humana, ha habido dos vídeos que me han hecho reafirmarme en mis convicciones respecto a la manida frase, y a pesar de ello no pierde ni un ápice de su sentido, que afirma que el perro es el mejor amigo del hombre. Hemos podido ver por televisión como un equipo de rescate japonés buscaba víctimas entre los escombros de una localidad del norte de Japón cuando se toparon con un perro que se negaba a abandonar la zona del desastre. Siguieron al animal y vieron que se oponía a irse porque se encontraba cuidando a otro perro herido que no podía caminar. Más de alguna persona hubiera huido tiempo atrás para salvar su pellejo dejando a un humano a su suerte. La otra imagen que me llegó al corazón es la de un can que fue rescatado de un techo a la deriva frente a la costa noreste, más de tres semanas después del terremoto. La dueña reconoció a su mascota cuando lo vio en un reportaje de un informativo televisivo. La dueña y su perro de dos años -llamado Ban- tuvieron una emotiva reunión en un centro de cuidado de animales. “Nunca te dejaremos ir”, dijo la dueña.  Pues bien, hoy yo tendré que dejar ir a Barry y empezar a referirme a él en pasado.  Voy a vivir uno de los peores momentos de mis recién estrenados 27 años de vida. Su cuerpo no aguanta más a pesar de que sus ojos se aferran a la vida. Tiene que ser dormido con 13 años y dos meses. Confío a ciegas en Barry, y no digo a ciegas por decir, sino porque él también lo hace en mí a pesar de sufrir desde hace dos años una ceguera total que no le ha impedido trasmitirme toda su alegría en las ocasiones que he estado mal anímicamente. Me ha rescatado más de una vez su sola presencia. Ha sido, es, de lo más seguro y cierto que he tenido, lejos de las relaciones de usar y tirar que nos unen muchas veces a gente que no merece la pena. Barry ha hecho que sepa valorar lo que realmente tiene sentido en esta vida de perros. Si usted tiene un perro como mascota sabe de lo que hablo, pero si nunca lo ha tenido no lo entenderá. Cómo vamos a comparar a un animal con un humano, se preguntará. Mi respuesta es sencilla y se basa en las derivaciones nefastas y malos momentos que la premisa Homo homini lupus ha dejado en la historia de la humanidad: la guillotina, la noche de los cristales rotos o los cientos de genocidios. Mejor nos iría el homo homini canis, ya que los canes son capaces de sacar lo mejor de los humanos dejando a un lado los leviatanes que todos llevamos dentro. Y para muestra los ejemplos de Japón. Álvaro Gago. Director de Diariocrítico Castilla y León.
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