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Cambio de tercio

Cambio de tercio

miércoles 08 de junio de 2011, 22:22h
Debería funcionar una regla no escrita que dijera simplemente que cuando se celebran unas elecciones, sean del tipo que sean, se acaba la campaña electoral, y se acaba de verdad, y no vuelve a empezar hasta que no se convoquen las elecciones siguientes. Parece algo elemental, todos decimos que debe ser así, que es recomendable para la tranquilidad de los ciudadanos y hasta para la estabilidad del país, o de la región, o de la ciudad; pero ni muchos representantes políticos, ni muchos dirigentes de otras organizaciones, ni muchos opinadotes y medios de comunicación, ayudan demasiado.    Estos días que han pasado desde las elecciones autonómicas y municipales ofrecen buenas muestras. Es cierto que la cercanía de otro proceso electoral obligado (las generales, como muy tarde serían en marzo de 2012) y las expectativas que se deducen del reciente resultado (las buenas y las malas) configuran un escenario muy especial en esta ocasión. Pero lo cierto es que el Gobierno de la nación es el que es hasta que se celebren esas elecciones generales, y los gobiernos autonómicos y municipales son los que son una vez celebradas las elecciones del 22 de mayo. Y los problemas de España son también los que son, y las responsabilidades en afrontarlos están ahora, si cabe, mucho más compartidas. Y es la hora de la verdad.    De manera que espectáculos de traspasos de poderes planteados como si fueran el inicio de la siguiente campaña electoral, no hacen más que daño al país; y decisiones necesarias, aplazadas en clave de “ya están cerca los míos”, no hacen más que daño a la recuperación económica. Digo esto porque, si es verdad, como parece, que el acuerdo sobre la negociación colectiva estaba a punto y se frenó el 23 de mayo por la presión de sectores empresariales, la insensatez es preocupante. Y lo digo también porque, en el afán de achacar todo o casi todo a “los políticos”, se puede estar confundiendo el significado del término. “Político”, sin duda, es todo aquel que ostenta un cargo público de contenido político; ¿lo es también un dirigente empresarial que influye en la política, o un opinador que orienta la opinión de muchas otras personas, o un juez que incluye sesgo político en sus decisiones judiciales? Otro día entraré en detalle en la cuestión.    Lo que hoy quería decir es que el momento exige un poco de seriedad y un poco de grandeza. De todos. Simplemente eso. Jesús Quijano
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