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El absceso

El absceso

martes 14 de junio de 2011, 20:18h
El país pende del estado de su pelvis, la situación de su hígado, de la arritmia, de las biopsias En el caso del absceso, lo más fácil sería recurrir al tópico y evangelizar advirtiendo cómo la acumulación de materia purulenta en el organismo humano resulta la metáfora básica de lo que ocurre con el otro organismo, digamos, el estatal, social, económico y pare de contar. Pero símil tan perogrullesco y socorrido constituiría una ofensa a la inteligencia del lector y sólo serviría para patentizar la pobreza de un escribidor que se deja vencer por la tentación de la obviedad. Además, acudir a semejante expediente sería poco cristiano con el sufriente paciente aquejado de tan engorroso episodio médico y como nadie está exento de sufrir un mal similar, o peor, lo recomendable, en ese caso, es desearle pronto y total restablecimiento. Tampoco cabe especular sobre posibles operaciones reductoras que podrían haber sido causa de la infección porque, más allá de ciertas variaciones en tamaño y volumen, se carece de evidencias suficientes para asegurar que se realizó determinado acto quirúrgico. Muchos menos cabría, a partir de una premisa improbable como esa, aseverar que, como consecuencia de un fallido acto médico, se produjo la infección de marras. Pero lo que sí resulta perceptible es el cansancio del rostro, los ademanes, no ya de un hombre de mediana edad, sino de un anciano que camina cojeando, se apoya en un bastón y se lamenta de sus más íntimos quebrantos con voz quejosa y en cadena nacional. Está visto que el peso de los años resulta liviano según la resistencia de los individuos para sobrellevarlo y el método de un hombre maduro, ante la inevitable decadencia física está en no manifestarla a la búsqueda de condolidas solidaridades y luego en vencerlas y esto se vincula con la forma de vida, que no viene al caso describir aquí. Pero cuando el protagonista de los achaques (quizás sólo son eso, malestares recurrentes, de distinta naturaleza, pero superables) que ha disfrutado de la imagen de hombre indestructible, ganador nato dotado de fortalezas inexpugnables, pierde la magia y ofrece una estampa vacilante y vulnerable, es que comienza a vivir en el pasado. El ser que dijo, "yo también orino", (Oh, Dios, gracias por concederle esa pequeña debilidad animal a un semidiós ubicado en el tope de la escala humana), es ahora víctima de una infección encapsulada y le colocan sondas, le administran anestesia, le aplican drenajes quirúrgicos. Comienza, así, a perder su condición de superhombre para volver a la fragilidad, en lento pero inexorable tránsito hacia el sitio donde nos encontramos los demás, simples mortales. Para entonces el país comienza a zozobrar con el estado de su pelvis, la situación de su hígado, las arritmias, los resultados de las biopsias y demás pequeñas y grandes miserias del cuerpo humano. [email protected]    
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