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Prosperidad

Prosperidad

martes 13 de septiembre de 2011, 06:17h
Uno de los empresarios paradigmáticos del oficialismo, Enrique Eskenazi –Vicepresidente de YPF y presidente del grupo Petersen- acaba de anunciar “una década brillante”, frente a la cual los argentinos “debemos aprovechar las actuales condiciones internacionales para seguir creciendo”. Su record de comprar una empresa petrolera sin poner un centavo, sólo comparable a la capacidad de la pareja Kirchner para gestionar su patrimonio, explica su euforia. Ésta es aparentemente compartida por la mayoría de la población, que según la información de La Nación, ha incrementado su optimismo sobre las perspectivas económicas a un nivel superior en un 27,9 % con respecto a agosto de 2010, aunque mantiene raquíticos niveles de ahorro y en un 67 % dice que apenas “logra llegar a fin de mes”. Sin embargo, en una curiosa contracara, los mismos argentinos que expresan optimismo por las perspectivas económicas, están rompiendo récords en su compra de divisas. El cálculo de economistas de diferentes orígenes es que para fin de año se habrán retirado del circuito económico más de Cien mil millones de pesos durante 2011 (más de un tercio del circulante), equivalentes a más de 20.000 millones de dólares. Se trata de compatriotas que no siguen el consejo de la presidenta de “invertir en la bolsa”, sino su ejemplo concreto de ahorrar en dólares, como lo muestra en su declaración jurada de riqueza. El 65 % son compras minoristas, menores a USD 10.000. Similar curiosidad ofrece uno de los sectores “estrella” del modelo económico oficialista, el automotriz. Matizando la euforia que desbordan sus ejecutivos, los números dicen que por cada auto producido, se importan en promedio autopartes por valor USD 15.800 dólares. Como parte de esa producción se exporta, es recuperado –en términos de divisas- alrededor de USD 12.000 por vehículo. El déficit comercial del sector automotriz, en el primer semestre del año, supera los 4.500 millones de dólares. Otra de las esquizofrénicas consecuencias del “modelo”: cuanto más producimos, más perdemos…  A pesar de los esfuerzos de Fiat, Volkswagen, Peugeot, GM y la propia Mercedes Benz en producir con vocación exportadora autopartes de primera calidad, en un comercio administrado como el automotriz los déficits comerciales externos no son imputables a las empresas, sino a la gestión oficial, en cuyas manos se encuentra la potestad negociadora regional, bilateral y multilateral.  Todas estas curiosidades son soportadas centralmente por las exportaciones de soja. Los productores, a pesar de la gigantesca exacción del 35 % de su valor bruto a través de las retenciones, están contentos porque sus explotaciones le dejan ganancias,  aunque no alcancen para desatar definitivamente el impulso agroindustrial que, con bases genuinas y sin déficit sectorial alguno, podría refundar la industrialización del país con posibilidades de futuro. El saldo de estas miradas es que casi todos están contentos en el corto plazo. A los del campo les va bien, los industriales ganan mucho dinero, los consumidores sienten un boom del consumo por los recursos que les quedan disponibles debido al congelamiento tarifario –cuyos costos son pagados, también, por los excedentes de la soja-, y los gurúes del oficialismo despejan las dudas sobre la permanencia indefinida de la bonanza externa. Todos convencidos: en Mar del Plata, todo el año será enero.  Hay algo cierto: si aprovecháramos la bonanza para sentar las bases de un país diferente, la oportunidad sería inigualable. Sólo debiéramos lograr que los recursos que hoy se van al dólar, entre los que están los del patrimonio de la propia presidenta, se destinen a  equipamiento e inversiones de riesgo. Hay sin embargo para ello un impedimento de hierro: habría que confiar en la capacidad emprendedora de los argentinos y renunciar a la proliferación de “peajes” que vienen de la mano de la intervención oficial en la economía. Pero  eso sí que de ninguna manera está incluido en el modelo oficial, en ninguna de sus variadas versiones.  La prosperidad actual tiene dos actores principales: la situación internacional, atravesada por incertidumbres que nadie está en condiciones de superar, y la capacidad emprendedora de los argentinos, que se mantiene a pesar del gobierno. Y tiene un peligro constante: la rudimentaria visión económica del oficialismo que sólo se monta en la bonanza generada por la crisis mundial como si fuera su propia obra, y la rapacidad guaranga de los funcionarios que ha inundado ya a los sectores que formaron los fundamentos de su relato ético, como lo han mostrado los episodios vergonzosos del “Juez estrella” y “la madre de todos”.  Así las cosas, pareciera que lo que queda por hacer es esperar que efectivamente el veranito sea eterno y a ningún molesto nubarrón se le ocurra detener o cambiar el milagroso viento de cola que nos hace tan felices.
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