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Leguina y Simancas saldan cuentas en la Cámara de Cuentas

miércoles 13 de diciembre de 2006, 19:16h

Dos pesos pesados del socialismo madrileño, Rafael Simancas y Joaquín Leguina, caminan por la misma senda. El primero, que es secretario general del PSM, todavía no ha conseguido la llave de la puerta de la gobernabilidad de la Comunidad de Madrid que el segundo, secretario general durante muchos años de la FSM, tuvo en propiedad, gracias al apoyo de una mayoría de los votantes, más de tres lustros. En ese camino, transitado por ambos, más de una vez se han encontrado, y no siempre para saludarse amigablemente.

La última conocida, con ocasión de la esperada designación del candidato del PSOE a la Alcaldía de la capital. Leguina pidió respeto a las normas democráticas internas, y a la militancia, y se mostró irreverente con los que deciden a dedo y con descaro al que consideran el más apropiado según los sondeos encargados para dar la razón al contratante. Simancas respondió diciendo amén a cada genialidad del aparato de Ferraz, apoyando siempre al elegido por el "compañero Zapatero", ya fuese Bono o Sebastián, como muestra de una corresponsabilidad entendida de una manera muy peculiar.

Estos encuentros/roces siempre dejan huellas y cuentas pendientes sin saldar. Y a la primera de cambio, alguien busca la oportunidad en cualquier acontecimiento para cobrarse la deuda existente sólo en el subconsciente de cada uno. El mejor lugar para saldar cuentas, la Cámara de Cuentas de la Comunidad de Madrid; y el mejor momento, la renovación de los siete vocales que dirigen esta entidad fiscalizadora.

Leguina veía con buenos ojos su presencia en este organismo, quizá pensaba que la presencia del que fuera primer presidente de esta región daría más marcha, lustre y transparencia a esta institución dependiente del Parlamento autonómico. La presidenta regional, Esperanza Aguirre, que veía con buenos ojos esta operación, era consciente de que no era su candidato y no se oponía a una buena idea aunque no fuese suya.

El PP, al que le corresponden cinco de los siete vocales y que hace seis años cedió uno a IU, ofreció a Leguina ser candidato de consenso y designar sólo a cuatro de los suyos. Esta operación dejaría a la izquierda con la misma representación que en el momento de la creación de la Cámara de Cuentas. Dicen que hasta el líder de IU Angel Pérez contempló con alegría mesurada la vuelta de Leguina. Poca gracia le hizo a Simancas que Leguina conectase con quien creyese conveniente para asuntos de cuentas sin contar con él, por lo que decidió empezar a reírse después de diseñar su rechazó a la propuesta del PP. Fernando Marín, en solidaridad con Simancas, se quejó de que, con este montaje, IU se quedaba sin la gracia del puesto cedido por el PP.

Simancas podía haber regalado uno de los dos vocales suyos a la coalición y todo habría quedado resuelto con el mantenimiento de los mismos puestos que al principio. El problema está en que a Simancas no le pone mucho ofrecer plataformas de expresión y realización a un socialista de antes y un demócrata de ahora que no se calla ni debajo del agua y, sobre todo, en algunos que consideran que Leguina es del que le pone en su cupo, sin darse cuenta de que sólo pensarlo es una gran gilipollez.

Al final no se ha saldado ninguna cuenta porque que se sepa ninguno estaba en deuda con el otro, por más que haya alguien que piense que la autoridad la da el cargo y no la capacidad.

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