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Se acabó la mayoría absoluta

Se acabó la mayoría absoluta

miércoles 08 de agosto de 2012, 12:20h
La interpretación de resultados no es una tarea adicional de una encuesta sino que es un paso fundamental para leerla correctamente. Pero es también el aspecto del sondeo más manipulable. Por eso se hace muy pocas veces de manera rigurosa. Así, hemos podido escuchar del PP y del PSOE lecturas del último barómetro del CIS que parece que no corresponden a la misma encuesta. Y no es que mientan groseramente: simplemente hacen una lectura parcial, destacando aquel aspecto que más les favorece.

Por eso merece la pena intentar una lectura menos sesgada. En primer lugar, hay que preguntarse acerca de cuál es la principal noticia que arroja este ejercicio. Creo que la respuesta no deja lugar a dudas: el PP seguiría ganando las elecciones, pero ya no lo haría con mayoría absoluta. Algo que cambia por completo el escenario político respecto del existente en primavera. Entonces podía suponerse que una mayoría de la población continuaba apoyando al gobierno electo pese a los enormes sacrificios que pedía. Hoy esa presunción ha dejado de ser verosímil. 

Veamos ahora las novedades sobre la oposición. Pocas en realidad. El PSOE sigue hundido en la intención de voto y ese estancamiento no cambia sustancialmente: apenas sube un punto y medio desde las pasadas elecciones. Y también resulta interesante que Izquierda Unida no mejora en absoluto su caudal de voto. En suma, la caída del PP no se traduce en una recuperación de la izquierda, sino en el famoso retraimiento históricamente español.

Regresemos pues al cambio fundamental: el Gobierno ha perdido rápidamente base social de apoyo. Se acabó la mayoría absoluta en la intención de voto. Y no estamos hablando de los sectores que se movilizan en las calles (que ya sabemos que están mayoritariamente en contra de Rajoy), sino del apoyo de la ciudadanía sustantiva. Como sabemos, la causa fundamental de esa pérdida de apoyo refiere a las medidas impopulares que está adoptando. Pero caben dos preguntas centrales: la primera si es posible una política económica muy distinta (dentro de la zona euro, claro está) y la segunda si tenía obligadamente que ser así, es decir, si no hubiera sido posible mantener la situación existente en primavera, cuando la ciudadanía parecía comprender los sacrificios que pedía el Gobierno.

Con respecto a la primera ya he mostrado mi opinión: centrar el esfuerzo en corregir el déficit público, sin apostar paralelamente por el crecimiento, es una política incorrecta desde luego, pero es la actualmente vigente en Bruselas (y Berlín). España podría hacer otra política si se sale del euro, pero si se mantiene dentro, dejémonos de demagogias, "no tiene salidas fáciles", como dijo algún Nobel economista. Es decir, puede que los recortes de Rajoy pudieran ser algo matizados, pero el grueso del sacrificio sería muy similar, fuera el Gobierno del color político que fuera. Y las salidas por el margen que tratan de desconocer la actual correlación de fuerzas en Europa no ayudan para nada a entender la situación. En suma, esperemos que las cosas cambien en la UE y se acepte a tiempo la necesidad de acciones anticrisis, porque de lo contrario iremos de cabeza a una profunda crisis económica mundial. Pero yo no he oído del PSOE que si no se impulsan esos cambios en Bruselas, habría que salirse del euro (que es lo único coherente que podría decir).

Encaremos ahora la pregunta sobre si era ineluctable que el Gobierno perdiera el apoyo social para su política de sacrificios. Pues lo cierto es que había muy poca probabilidad de que sucediera lo contrario. Porque para que eso hubiera pasado se necesitarían factores fundamentales que hoy no están presentes en el escenario político. Uno y principal es que el jefe de Gobierno tuviera un liderazgo con un tirón muy fuerte en la ciudadanía. No lo tenemos. El otro factor es que el Gobierno y su Presidente tuvieran una alta capacidad de comunicación estratégica. Tampoco está presente. Otro elemento refiere a que pudiera existir una oposición que no tratara de aprovechar la crisis para buscar su fortalecimiento. Lamentablemente, no fue la actitud del PP y tampoco lo es ahora del PSOE. Respecto de Izquierda Unida he perdido las esperanzas que adquiera un mínimo de sentido de Estado (y parece que la mayoría del electorado también). 

Así las cosas, una última esperanza podría consistir en alcanzar un pacto de Estado con todas las fuerzas políticas, no sólo frente a Bruselas (como arguye el PSOE) sino también ante la ciudadanía. Pero nuestra cultura política no lo permite. Todavía hay algunos parlamentarios socialistas que dicen esa majadería de que lo del pacto de Estado es puro wishful thinking y que en un sistema parlamentario la oposición debe cumplir ese único papel. Deberíamos solicitar al Congreso que se establecieran becas de formación política a sus diputados, con visitas a otras culturas políticas (Alemania por ejemplo) donde el sentido de Estado no es incompatible con la competencia entre partidos.

Por si las moscas, quiero dejar claro que no me estoy olvidando de la ciudadanía como fuente autónoma de orientación política. Teóricamente sería posible pensar en una ciudadanía muy formada y consciente que fuera capaz de entender la necesidad de sacrificios inevitables y que no atendiera cantos de sirena políticamente interesados. Pero eso es poco realista cuando una buena parte de la población carece de empleo y ve reducir dramáticamente sus ingresos. Suavizando al clásico, no hay duda de que el ser social condiciona (no determina) la conciencia. Sin embargo, la creación de una sólida ciudadanía sustantiva sigue siendo una condición necesaria para el urgente cambio de nuestra cultura política, que es, a mi juicio, un factor fundamental para poder enfrentar esta crisis. Mientras tanto, el desgaste del Gobierno podrá continuar en caída libre, para mal de todos, aunque algunos no sean políticamente conscientes de ello.
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