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Catedrático Jean Monnet
Catedrático Jean Monnet

Europa hace aguas: hay que refundarla

domingo 26 de agosto de 2012, 13:39h
No cabe duda que la crisis de la deuda soberana europea, también llamada crisis del euro o crisis de la zona euro, viene haciendo difícil o imposible a algunos países de la propia zona euro refinanciar su deuda pública sin la asistencia de terceros. La estructura de la Eurozona como una unión monetaria o, si se quiere mejor, una unión cambiaria, sin unión fiscal, esto es, sin reglas fiscales ha contribuido a generar una crisis global en la que los bancos europeos tienen en su propiedad cantidades considerables de deuda soberana. Esto obliga actualmente a actuar para acreditar o sostener la propia solvencia de los sistemas bancarios europeos y, consecuentemente, la solvencia de la deuda soberana, pues son los Estados, finalmente, los que están en riesgo de intervención.

La Unión Europea ha venido actuado presionada por la propia situación interna de la Unión y de los Estados. Pero, ante todo, limitada por el alcance de sus Tratados, es decir, de su propia construcción política y jurídica, sin duda incompleta y deficiente en diversos ámbitos y en concreto en la construcción de la Unión Económica y Monetaria. Cierto es que se han ido tomando medidas, entre ellas la aprobación, el 9 de mayo de 2010, de un paquete de rescate de 750.000 millones de euros dirigida a asegurar la estabilidad financiera en Europa mediante la creación de un Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) y diversas medidas entre octubre de 2010 y junio de 2012, diseñadas para prevenir el colapso de la economía de sus miembros. Se ha llegado incluso a aceptar un acuerdo por el que los bancos aceptaban una quita del 53.5% de la deuda griega debida a acreedores privados y un aumento del FEEF hasta un importe superior al millardo de euros.  Se ha requerido a los bancos europeos  a alcanzar un 9% de capitalización y se ha creado por un 'Tratado a 25' un Pacto Fiscal Europeo, que incluye el compromiso de cada país participante de introducir una regla de oro presupuestaria en sus constituciones.


--Sombras en Francia y Bélgica--

Se ha rescatado a los tres países más afectados, Grecia, Irlanda y Portugal, colectivamente, pero ahora, y en concreto en este 2012. España e Italia se han convertido en objeto de preocupación, cuando el aumento de los tipos de interés comenzó a afectar su capacidad de acceder a los mercados de capitales, conduciendo a un rescate de sus bancos y a otras medidas que incluyen evidentemente el propio rescate parcial de estos países. A todos los países intervenidos se les viene forzando con medidas de austeridad para reducir los déficit y los niveles de deuda nacionales. Son políticas criticadas por numerosos economistas, que demandan sobre todo el aumento de la inversión pública como estrategia de crecimiento. Nuevos países aparecen con importantes sombras; por citar solo a algunos, hagamos referencia a Bélgica y a la propia Francia.

En esta situación límite, en la que no dudamos que en las próximas semanas España será parcialmente intervenida, se produce ahora una iniciativa profunda realizada precisamente por quién ya salvó a la Unión Europea del fracaso del Tratado Constitucional. Recordemos que fue Angela Merkel quién tomó sobre sí la decisión, durante la presidencia semestral del Consejo  que correspondió a Alemania en el primer semestre de 2007, de rescatar el contenido fundamental de la fallida Constitución Europea, el borrador propuesto por la Presidencia alemana del Consejo de la Unión Europea el 19 de mayo de 2007. Un borrador que incluyó la "esencia de la Constitución", haciendo así posible la firma del Tratado de Lisboa el 13 de diciembre de aquél 2007, Tratado que entraría en funcionamiento el 1 de diciembre de 2009, pero que apenas aporta solidez a la debilidad estructural con que fue concebida la Unión Económica y Monetaria. 


--Una Convención que prepare un nuevo Tratado--

Todo esto que ya es pura historia. Nos sirve para entender el sentido de la importante declaración que Angela Merkel acaba de hacer en el periódico alemán "Der Spiegel", según la cual hay que crear una nueva base jurídica para la nueva Unión Europea y, para ello, utilizar el Consejo Europeo de diciembre para convocar una nueva Convención que prepare un nuevo Tratado. Así ya lo ha hecho saber en Bruselas su principal asesor en temas europeos, Nicolás Meyer-Landrut, quién, por cierto, ya había sido consejero de Giscard en la Convención en la que se articuló la llamada Constitución Europea.

Lo que parece evidente es que el Tratado de Lisboa nació coincidiendo con el despertar de la presente crisis financiera y económica, de un alcance imprevisible, de una dureza y de una duración también inesperadas y que parece obligar finalmente a dar un giro de timón profundo y refundar la Unión Europea.  Está claro que Europa hace aguas en su construcción económica y monetaria y todos los intentos de superar a través de reformas y de intervenciones puntuales, incluidas las actuaciones del Banco Central Europeo, la creación de una supervisión financiera, el pacto sobre el euro, y la firma del tratado internacional de disciplina fiscal, deben completarse con una reconstrucción institucional en donde se incluya que el Tribunal de Justicia tenga el derecho de controlar los presupuestos de los países miembros y castigar a los contraventores de la limitación del déficit.

Esta es una opción enormemente compleja, porque algunos países no van a aceptar la imposición de sanciones y, en todo caso, el nuevo Tratado tendrá que juntar 27 voluntades cuando ya esto no pudo ser posible y tuvo que ser un Tratado internacional el que articulase la disciplina fiscal. Pero Merkel sabe que no hay otro camino que una reconstrucción jurídica y política de la Unión Europea que suponga una articulación sólida de la Unión Económica y Monetaria. Y ese es el camino que seguramente vamos a recorrer. Se trata de refundar la Unión que nació en 1950 entre los rescoldos aún de la II Guerra Mundial y en la necesidad de reintegrar a la Alemania vencida al conjunto de los países democráticos europeos. Ahora, en medio de una situación financiera y económica verdaderamente grave, los países europeos van a debatir si realmente quieren más Europa; porque lo que no espera es la globalización, ni la presión de los mercados que asimismo son globales, ni los males que la propia Europa padece. Y entonces tendremos que decidir. Porque no somos una gran potencia en el mundo; somos una Europa vieja y envejecida que cada vez supone menos en el concierto global.  Y, sin embargo, desde luego, sin la Unión Europea no somos nada.


** Catedrático Jean Monnet

Rogelio Pérez-Bustamante

Catedrático Jean Monnet ad personam

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