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'Yes we can'

"Yes we can"

viernes 05 de octubre de 2012, 12:43h
"Yes we can". Con ese grito de guerra Barack Hussein - ironías de la vida - Obama accedió en 2008 a la Casa Blanca. Por delante le esperaba una ardua tarea. Los desmanes de su predecesor, George W. Bush, dejaron como legado, entre otras calamidades, dos guerras, Afganistán e Irak, que a la postre han contribuido a lastrar de forma fatal al déficit público de Washington. Por no hablar del terrible coste en vidas humanas.

Sin embargo, más allá del peso de una herencia envenenada, el desafío de Obama venía también de las altas expectativas que este generó tanto en su país como, para qué negarlo, en el resto del mundo. Obama suponía un enfoque fresco, ideas nuevas, un pensamiento más social, más cercano a Europa, y, en contraste con el unilateralismo cerril de la época Bush, una llamada al multilateralismo y la diplomacia. Estas esperanzas se tradujeron, de hecho, en un premio Nobel de la Paz, el de 2009 que muchos consideraron prematuro. Se podría decir que se trató un premio 'preventivo', que nos preparaba para lo que estaba por llegar.

Pero lo que llegó fue la desilusión. La visión de Obama se fue atenuando, sus planes perdiendo vigor, dejando pedazos por el camino. Así hemos llegado a 2012, con unas elecciones que, pese al desgaste de la figura de Obama, se presentaban bastante decantadas a su favor. La política depara sorpresas, no obstante. En el debate del día 3, fue la noche del aspirante, no del presidente. Sin alardes, Mitt Romney resurgió. Se le vio aplomado, solvente, resoluto. Dio la impresión de que tenía un plan. Bueno o malo, pero un plan, al fin y al cabo. Obama, por el contrario, apareció abatido, fatigado, casi desconocido. Lejos quedaba el Obama de las grandes frases, aquel orador brillante del "yes we can". Al final, de acuerdo con todos los sondeos, Romney celebró una pequeña victoria. Es una batalla, no es la guerra, pero los republicanos han tomado aire.

Del debate, en sí, ya se ha dicho mucho. Se centró en la economía, como estaba estipulado. Pero más allá de ello, la cita escenificó, de forma clara, un choque de posturas. Romney, fiel al ideario neoliberal, se mostró buen alumno de Robert Nozick y Friedrich Hayek. Ergo, al más puro estilo Ronald Reagan, 'den un paso atrás y dejen que el mercado haga el trabajo'. Espurio, claro. Nunca la mano invisible trajo prosperidad para todos. Lo saben hasta las abejas de Bernard Mandeville.

Obama, por su parte, sin jactancia redistributiva, no hay que exagerar, defendió una mayor intervención del gobierno y trató de conectar, a través de numerosas alusiones, con la clase media. Una clase media estadounidense asediada por la misma deuda y falta de crédito que se ha llevado por delante las economías de la cara B de Europa, e inquieta por el escenario económico. Según una encuesta de Kaiser Family Foundation del 27 de septiembre pasado, la economía y el déficit presupuestario son los dos problemas que los estadounidenses perciben como de mayor relevancia. Les siguen, como no podía ser menos, el programa Medicare, de asistencia médica a mayores de 65 años, y la reforma sanitaria de Obama, bautizada irónicamente por sus opositores como 'Obamacare'.
Tras el debate de ayer, por tanto, la partida se complica para Obama. Aunque sigue llevando la delantera, tendrá que mostrarse más vivo en los próximos dos debates y vigilar de cerca a su rival, que puede incluso hacerse con los sufragios de no pocos hogares afroamericanos desilusionados con Obama. Y es que la diferencia de ingresos entre los hogares blancos y negros es mayor que nunca. Además, en agosto de 2012 el desempleo alcanzó entre la población afroamericana el 14'1 %. La perspectiva la proporciona la tasa de desempleo en el agregado nacional, del 8'1 %.

Una última reflexión que da testimonio de hasta qué punto las elecciones a la presidencia de Estados Unidos se han convertido en una superproducción al más puro estilo Hollywood. Para sus campañas de 2012, ambos candidatos, Obama y Romney, han recaudado, y gastado, cerca de mil millones de dólares. Cada uno. Al tiempo, tras la decisión del Tribunal Supremo de 2010 levantando todo límite a la práctica, hasta el momento los grupos de interés cercanos al partido republicano han gastado 124 millones de dólares en tratar de desprestigiar al rival y emperifollar a su candidato. En el bando contrario, grupos similares han gastado 55 millones de dólares con idéntico propósito. La ironía es evidente. Hablar de tales cantidades, gastadas en gran parte en promociones televisivas y actos de campaña, mientras los ciudadanos estadounidenses tienen como primera preocupación la economía del país, resulta chocante. Así bien se puede hacer campaña. "Yes we can".

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