Cataluña: pelea de gatos

Me ha venido a la memoria  la novela de Eduardo Mendoza y no he podido resistir la tentación de "robarle" el título a "Riña de gatos" a la hora de profundizar un poco en el asunto de la independencia de Cataluña que ahora sale, casi de repente, a la superficie de la mano de Artur Mas. Y aquí hay cosas que no cuadran, ni mucho menos. Aparecen tres escenarios posibles, que no son excluyentes y, muy posiblemente, la verdad se acerque más a la confluencia de los tres, que a uno sólo. Llama la atención que dos partidos de derechas, con derechona también dentro de cada uno de ellos, se enfrenten de esta manera. La derecha pacta, suma, defiende los intereses de unos pocos, se amenaza, pero nunca llega a arañarse de esta forma.

Primer escenario. El presidente de la Generalitat no puede con la crisis, comienza los recortes y se encuentra con una "Diada" y millón y medio de aliados, voluntarios o no, para desviar la atención. Echa un órdago al Gobierno de Madrid, conociendo la respuesta y se lanza al vacío en un camino sin salida. La primera conclusión es que Artur Mas es idiota, cosa que no me creo.

Segundo escenario.- Las pretensiones del PP de acabar con el Estado de las Autonomías es conocida desde hace tiempo y su ala más radical no desea una desaparición lenta de competencias, sino una centralización pura y dura. Si era información al alcance de muchos es de suponer que Artur Mas, incluso, conociera detalles.

El PP lleva tiempo azuzando al resto de España contra Cataluña - y aquí viene eso del principio de acción y reacción - y dejando que cale la idea, no del todo incierta, de que las autonomías solamente suponen una serie de duplicidades y las convierten en responsables de la crisis. Ya veremos las conclusiones de esas comisiones y subcomisiones que avalarán la necesidad de hacer algo ante tal cantidad de duplicidades y dispendios. Ante el peligro, más o menos inminente, de esa desaparición en mayor o menor grado de este modelo territorial, el presidente lanza su órdago: frente al centralismo del PP, palabra  fuerte e intensa, independentismo, palabra también fuerte intensa, con el sentimiento nacionalista de los catalanes respaldado en la "Diada", lo que obliga al PSOE, cogido a traspiés, a echar mano del federalismo. Se busca un cambio profundo que no tiene porque ser un Estado europeo independiente, como se pregona. Ya se sabe que para lograr algunas cosas, hay que pedir la luna.

Tercer escenario. Se resume en una frase: hay pacto, tácito o no, de por medio. ¿Acaso Galicia, el País Vasco o Cataluña iban a permitir el centralismo sin más o llevado a cabo con anestesia? No. Pero de la misma forma que lo del "café para todos" de hace más de  treinta años, fue una solución de emergencia, habrá que empujar, entre unos y otros, para que otra cosa pueda ser, como decía la canción de Labordeta.

Pero en esta posible partida a varias bandas, ha aparecido un jugador no esperado en el tapete: Andalucía, donde pensaba gobernar el PP, y resulta que está en manos del socialista Griñan quién, por lo que parece, no se deja gobernar, como María Cristina, ni por Rubalcaba. Al PSOE todo esto le pudo pillar con el paso cambiado y ahora está reaccionando, de cara a las elecciones del 25 de noviembre, con una propuesta federalista que proporciona no pocas dudas dentro del partido,- también andan ahí a arañazos -  más por el cómo que por el qué. A muchos les asusta incluso hablar de reforma de la Constitución, mientras otros creen que no es necesaria una reforma, sino una lectura más abierta.

En estos tres escenarios se han desbocado algunos, pero si el camino, apunta a esa federación, con mayor o menor contenido para los estados federados,  no se puede olvidar al nuevo jugador en la partida. La propia Constitución abrió el camino con dos maneras diferentes para acceder a las autonomías y Andalucía, mediante referéndum, se sumó, como Cataluña, País Vasco y Galicia a la vía del 151. No se olvide a este otro jugador, sea cual sea el escenario que más se acerque a la verdad.  

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