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Sistema democrático e izquierda (y 2)

Sistema democrático e izquierda (y 2)

lunes 10 de diciembre de 2012, 07:53h
En mi nota anterior he tratado de responder las preguntas sobre la naturaleza y las condiciones de un sistema político democrático. Señalé que, a mi juicio, es aquel que permitía la adopción de decisiones colectivas en sociedades de millones de personas, en el contexto de un cuadro de derechos fundamentales -cuyo Día acabamos de celebrar- entre los que cuenta el de elegir (sus representantes, sus gobernantes) y el de ser elegido como tal. Y sobre todo enfatice que una cosa es el mejoramiento de un determinado sistema democrático y otra exigirle perfección o, en su defecto, negar su existencia. Cosa que siempre ha sido una mala costumbre carpetovetónica, que muestra el bajo nivel de nuestra cultura política.

Ahora voy a tratar de responder a las preguntas que se me hicieron sobre qué significa ser de izquierdas a estas alturas del siglo XXI. Primero voy a discutir lo que no me parece de izquierdas, tanto en términos de naturaleza, como en términos de correlato. No voy a referirme al origen histórico de la izquierda en la Asamblea francesa, porque supongo que eso es sabido. Pero si tengo que decir que, desde sus orígenes, la izquierda no se caracterizó por ser anti-nada sino por defender o buscar algo alternativo a la situación establecida. Regresaremos sobre el motivo central de esa búsqueda. Ahora, cuando se afirma que ser de izquierda es ser anticapitalista, se está operando con ideas borrosas. Aclaremos el panorama: ¿ser anticapitalistas significa querer eliminar la economía privada? Porque si ser anticapitalista es rechazar una sociedad que sólo funciona según los intereses del capital, entonces estaríamos de acuerdo. Pero la cuestión es si puede haber una sociedad que usa la economía privada para ponerla al servicio del bien común y si esa sociedad (que no funciona según los intereses del capital) puede llamarse con propiedad capitalista (como si pudo hacerse durante el siglo XIX, por ejemplo). En suma, ser de izquierdas no es obligadamente estar por la eliminación de la economía privada.

También rechazo la idea de izquierda en términos de correlato: cuanto más radicales más de izquierda. Falso. Puedo poner un ejemplo ilustrativo. Cuando se discutió la mayoría de edad en la transición, una izquierda colocaba esa mayoría a los 18 años, pero había sectores radicales que la querían a los 16 y aun otros, supuestamente más a la izquierda, la querían a los 14 años. Con lo que, en fondo, ese radicalismo era reaccionario, por cuanto colocaba sobre los hombros de los niños obligaciones que no les correspondían.

Pero entonces, pensando en positivo, ¿cuál debe ser el objetivo de la izquierda? Me gusta expresarlo con un concepto clásico: desde sus orígenes la izquierda ha perseguido la emancipación humana. Y también desde hace mucho tiempo la izquierda tiene claro que eso no es una situación dada o a establecer, sino que es un proceso progresivo; es decir, la izquierda es la fuerza política que busca avanzar hacia cuotas más altas de emancipación humana. Algunos ya me han pedido que explique de forma actualizada que quiero decir cuando uso esa categoría. Alguien bienintencionado puede imaginar que se trata del avance hacia mayores cuotas de bienestar colectivo e individual, algo que hoy sabemos que incluye el cuidado del planeta. Y puesto en términos directos sería algo así como la liberación progresiva de la persona de los obstáculos que le impiden ser autónomamente libre y vivir con dignidad.

Pero puedo poner un ejemplo más actual. El sentido general de la propuesta del Desarrollo Humano del PNUD de Naciones Unidas, es el muy semejante a la idea motriz clásica de la emancipación humana. Por mencionar algunas de sus características: 1) no se trata de crecimiento económico sino del desarrollo de las personas; 2) no se trata de poseer más cosas sino de crecer en autonomía vivencial; 3) no se trata sólo de eliminación de la pobreza económica sino también de superar la ausencia de democracia política. Este último asunto es clave para identificar la izquierda del siglo XXI; porque significa haber aprendido algo del pasado siglo: algunas corrientes revolucionarias (sobre todo en América Latina) consideraron que si se eliminaba la pobreza, el tema de la democracia política era un asunto menor. Como si la emancipación humana, la autonomía personal, pudiera ser compatible con la conculcación del derecho de reunión, de asociación o de libre elección (entre varias opciones libremente surgidas) de tus propios gobernantes.   

Pues bien, si examinan la propuesta del Desarrollo Humano comprobarán que no plantea en absoluto la sustitución de la economía privada, sino que busca las formas de ponerla al servicio del bien común. Claro, algún avisado diría: pero no decía usted que eso era lo que planteaba la socialdemocracia a fines del pasado siglo. Cierto, lo mismo o muy parecido.

Conclusión final: creo que la izquierda en el siglo XXI es la que busca el desarrollo humanos de la gente, no sólo a nivel económico sino político. Eso significa desarrollar la conquista del movimiento obrero del fundamento de la representación sobre la base del sufragio universal, realizada durante el cambio de siglo entre el XIX y el XX, sin menospreciarla sino adecuándola a las propias condiciones (Constitución de 1978, por ejemplo). Significa no jugarse por la estatalización de la economía sino por poner la economía privada al servicio del bien común, mediante la centralidad de la política democrática. Alguno de los indignados podrá decir de nuevo que eso se parece mucho a la detestable socialdemocracia. Y acertaría: estoy convencido que las propuestas asambleístas y similares, que hoy aparecen como progresistas, se sitúan a la derecha y no a la izquierda de la política socialdemócrata. Precisamente por eso: porque no producen mayor emancipación humana (o desarrollo humano,  si se quiere).
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