Esta semana que termina, donde la
atención de la mayoría de los españoles estaba centrada en la lotería de Navidad
de hoy, por cierto, enhorabuena a quien le haya tocado; nos ha deparado el acuerdo de Artur Mas con
Esquerra Republicana de Cataluña y ha sido reelegido como presidente de la
Generalitat. Le tocó el Gordo a Esquerra.
Se perpetró el error en esa huida hacia adelante porque, al final, los
verdaderos independentistas se comerán a los oportunistas como Mas que han
apostado a número perdedor e ilegal. Insisto en abordar esta delicada situación
con la mayor calma posible, con tranquilidad y diálogo para que no utilicen el
victimismo de que se pretende acallar a los catalanes por la fuerza. Con todo
sosiego, pero con firmeza, hay que decir que lo más grave de lo que está
haciendo Artur Mas es pretender vulnerar, ir en contra de la legalidad, de la
democracia y del estado de las autonomías que posibilitan que él sea presidente,
y que se basan en el estado de derecho y el cumplimiento de la ley. Cuando Mas
acusa a la popular Sanchez Camacho de querer silenciar la voluntad de la
mayoría del pueblo catalán sobre la consulta soberanista, ahora ya es la
mayoría no todo el pueblo como decía en la campaña electoral, qué ocurre si,
por ejemplo, esa voluntad también es no pagar impuestos. A nadie le gusta pero
hay que pagarlos, hay que cumplir la Ley y la Constitución. Y eso es lo que
tiene que hacer el Sr. Mas utilizar los cauces legales para sus pretensiones,
como por ejemplo ocurrió con el plan Ibarreche. En fin, entre los despropósitos
la primera consecuencia del nuevo gobierno de Artur Mas es una extraordinaria
subida de impuestos. Seguro que el bolsillo permite reflexionar mucho mejor que lo de la consulta soberanista
porque la verdadera preocupación de los catalanes es conseguir empleo o
mantenerlo y superar la crisis económica.