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Triste adiós a los viejos e-mails

Triste adiós a los viejos e-mails

lunes 18 de febrero de 2013, 08:41h
Para escribir  a tinta, no hace tanto que a  las plumas de ganso   le sucedieron las plumillas. Ambas  necesitaban de un tintero  al alcance de la mano  para  poder dejar huella   del pensamiento, la voluntad o el miedo. Más tarde vinieron  las estilográficas  y, un poco después, los  bolígrafos, que  por una  cantidad    casi despreciable  universalizaron   la  permanencia  en el tiempo de  los garabatos. Digo permanencia porque la escritura  fácil y al alcance de todos  ya había venido con las minas de  carbón  y los lápices.

Y si  en apenas  4 líneas   se resumen  siglos  de  la humanidad  en su afán de comunicarse por escrito, en los  últimos  15 ó 20 años  vino la informática, y con ella, primero los e-mails, que desplazaron  la   vieja carta en el buzón  de casa por   la bandeja de entrada  del  gestor de correo electrónico. Una moda   ya casi tan romántica como  aquellas cartas  del amigo o de la amada que uno esperaba  con  la ansiedad del   impaciente  enamorado  o del  leal  amigo. Cartas que  descubrían  el estado de ánimo, la inquietud, el desasosiego o la calma de nuestro interlocutor,  detrás, delante,  por debajo y por arriba de lo  que explícitamente  se decía en ellas. Y es que la escritura, como bien se sabe desde antiguo,  es una de las mejores formas de  analizar  quién está detrás de la mano que la rige, y qué  características personales (voluntad, decisión, ánimo,   personalidad, etc.) le adornan.


Culpables, las redes

Todo eso  se perdió hace quince años, y ahora, según parece,  también el  e-mail tiene sus días contados. La causa    se escribe en femenino y plural: redes sociales.

Aunque ya lo he dicho en  otro  momento, casi con  ánimo de rebeldía frente  a algo que, uno siente como   atosigante,  lleno de control   y contrario  a la individualidad, al  yo  personal, de todos y  cada uno de los seres humanos,  lanzo  aquí mi queja, mi dolor, por la  próxima  muerte  de  lo que probablemente constituya  uno de los últimos  mecanismos o fórmulas  del hombre (con mayúsculas) para   decir   de  tú a tú los  pensamientos, los sentimientos, las ideas  que van  mucho más allá que el  simple  "Me gusta" o el ¡Ja,ja, jaaaaaaaa....! al que se limitan  buena  parte de las comunicaciones  a través de las redes sociales, en donde la fotografía, el instante, el segundo  de  ínfimo esfuerzo, parece haber encontrado  el reino  para permanecer allí  durante mucho tiempo sin peligros de perder  el trono.

No hace tanto, raro era el día en el que la bandeja de entrada de nuestro correo electrónico no  estaba repleta  de mensajes personales  (lo más parecido a las antiguas  cartas, como digo), y unos cuantas noticias de actualidad. Sin embargo, de la mano del auge de las redes sociales, su papel como transmisor de la información se ha ido reduciendo hasta lo anecdótico. Hoy, las noticias nos llegan a través de Twitter y Facebook, dejando el e-mail relegado a la función de receptor de mensajes personales y/o estrictamente comerciales. Se trata de una tendencia que podemos comprobar cada día, pero los datos demuestran un desplome mayor del que muchos podrían imaginar.
 

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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