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Malvinas: la hipocresía internacional

Malvinas: la hipocresía internacional

lunes 11 de marzo de 2013, 16:44h
"¡Señorita, le dije que no me pasara llamadas!", dijo Manuel Fraga de forma airada cuando descolgó el teléfono que había en  su despacho y que sonó contraviniendo sus instrucciones. Al otro lado del hilo su secretaria le anunció que llamaban de una radio porque los argentinos habían invadido las islas Malvinas. El estadista miró al entrevistador - quien esto escribe-, pidió disculpas y dijo: "Permítame cinco minutos que luego los añadiré a las cuarenta y cinco que le concedí para esta entrevista". Era 1982, con Fraga en todo su vigor.

Casi veinticinco años después, en un encuentro casual en la Gran Peña de Madrid, recordamos la anécdota - la recordé yo, pues, como es lógico, no se acordaba de mi, aunque si del momento.- y comentó los brutos que habían sido los gobernantes argentinos de entonces, cuando ellos ya sabían que había unas negociaciones, como consecuencia de las resoluciones de la ONU en la que estaban implicados hasta los Estados Unidos y que conducirían a una fórmula que contemplaba la soberanía argentina en diez o quince años.

La última dictadura argentina, con la conocida práctica de poner la atención en el exterior para tapar la porquería del interior, envió a sus soldados, mal equipados, a ocupar las islas. El "Imperio" contraatacó y los resultados son conocidos. Falló el equipamiento y la voluntad de vencer en unos muchachos nada preparados para el clima y que no sentían como suya aquella tierra que tenían que defender. Curiosamente, el primer mando en rendirse a la llegada de las tropas británicas y sin pegar un tiro prácticamente, fue un conocido torturador de la dictadura,  descubierto por el recuerdo de Carlos Bradac en Diario 16 en una exclusiva mundial que trajo consecuencias.

Los gobernantes argentinos hicieron, además de otras consideraciones trágicas y despreciables, el ridículo más espantoso al abandonar un camino que podía haber llevado a la solución de un conflicto de cerca de doscientos años y tirar del las barbas al Imperio Británico, que estaba muy lejos.. En 1833 los ingleses ocuparon las Malvinas, a trescientos cincuenta kilómetros de la costa argentina y en 1960 comenzaron las resoluciones de la ONU las que, como estaban acostumbrados entonces los ingleses, se pasaron por cierto forro que es mejor no nombrar, y cuando  las cosas comenzaron a enderezarse, los dictadores argentinos lo echaron todo por la borda.

Claro que la convocatoria inglesa de un referéndum, que se celebra estos dos días y en el que participan 1650 personas, en base  al derecho a la autodeterminación de los pueblos, es un insulto a la inteligencia.  El derecho a la autodeterminación, proclamado por la ONU en los sesenta, es aplicable a los pueblos colonizados. Y no es el caso. Los habitante de  las Malvinas - y en eso los argentinos tienen razón - son implantados igual que los gibraltareños, aunque estos tengan más antigüedad -  y es un voto de británicos con británicos.

Gran Bretaña entregó, cumplido un plazo eso sí, la isla de Hong Kong a China que tuvo que inventarse eso de "un Estado dos sistemas". En la isla de Diego García, en el Indico, los británicos ni preguntaron a los indígenas. Simplemente los transportaron a islas Mauricio y las Seychelles para que los americanos instalasen una base militar de gran calado estratégico. Para Malvinas y Gibraltar, las cosas se disfrazan y se quiere contar una la opinión de una población, como digo, implantada. Doble rasero para medir según los propios intereses. Hoy parece que hay petróleo en las Malvinas, por cierto. La gran hipocresía de la política internacional.
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