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El bipartidismo: fin de etapa

El bipartidismo: fin de etapa

lunes 13 de mayo de 2013, 09:57h
Nuestro sistema político es parlamentario, lo que prima partidos por encima de individuos y prima al legislativo por encima de los otros poderes del estado. Como, además, no tenemos un adecuado sistema de contrapesos ni un esquema transparente y democrático dentro de los partidos, el ejecutivo acaba controlando al legislativo y al judicial, viciando el sistema.

Por otra parte, el sistema de recuento electoral, con una modificación tendenciosa de la ley de D'Hont, hace que los dos partidos más votados se beneficien injustamente de los votos residuales. Esto resulta en que, con datos de las elecciones 2008, a los partidos nacionalistas un escaño en el Congreso de Diputados les sale por unos 50.000 votos, al PP y al PSOE por unos 65.000, a IU por cerca de 500.000 y a UPyD por unos 300.000. La injusticia y asimetría del sistema es manifiesta.

De manera análoga, al haber 51 Circunscripciones Electorales en lugar de una sola para toda la nación, el resultado es que el voto de un ciudadano de Teruel o Soria vale más que el de uno de Barcelona o Madrid, por ejemplo.

El sistema premia a PPSOE. La excusa política es que se busca tener gobiernos sólidos basados en mayorías amplias. Pero es un brindis al sol: las experiencias con mayorías absolutas no han sido precisamente modélicas; ahí quedan para la historia el Rodillo Socialista, la Foto de las Azores o el Esperpento que estamos viviendo.

Las encuestas de estos días dicen que los ciudadanos estamos hasta los pelos del bipartidismo, de una democracia elitista y de un sistema que nos desprecia sin escucharnos. Las respuestas son diversas: el PP simplemente calla. Cambiar el sistema no, cambiar d'Hont no, cerrar las Diputaciones no, abrir las listas no, pactar con el resto no. El PSOE saca de la chistera un par de conejos: seudoprimarias y listas seudoabiertas.

Las primarias del PSOE son mero maquillaje. Los requisitos y el sistema de control para ser candidato son inflexibles y están en manos del candidato oficial, por lo que basta un tirón de riendas para que cualquier contrincante se caiga en el intento. Además, para votar hay que ser afiliado al PSOE y estar al día de las cuotas, que ya es de risa: ¿qué tendrá que ver las cuotas con la elección del cartel? Lo normal es que las primarias estén abiertas a toda la ciudadanía y lo normal es que el sistema sea obligatorio para todos los partidos.

Ahora el PSOE, con una preocupación real entre las bases de la que la oficialidad se hace eco pro domo sua, propone un sistema de listas abiertas que, sí, es un pasito en la buena dirección, pero pequeño y a destiempo: su propuesta, una copia edulcorada de los sistemas finlandés y sueco, es que los electores podamos mover dos nombres (2 de 45, un 4%) dentro del orden de la lista, excepto el cabeza de lista. Teniendo en cuenta que en nuestro sistema no existe la figura de Presidente del Gobierno como cargo electo, lo que en sí ya dice muy poco de nuestra calidad democrática, proteger al privilegiado que consigue encabezar la lista impidiendo que la ciudadanía nos lo carguemos si así nos parece oportuno, es una engañifa.

El PSOE por lo menos parece consciente de la problemática y el empuje de la calle y sabe que debe intentar adecuarse a la mentalidad actual. En el otro lado, el PP dice que no, que nasti, que de qué: ni primarias, ni listas abiertas; que eso requiere cambiar las leyes y que no es menester tanto trajín.

Por supuesto que requiere cambio de leyes: es que se trata de eso precisamente, de que la ley electoral que tenemos fue pensada para usurpar al ciudadano gran parte del alcance de nuestra soberanía e impedir que perturbemos su comodidad. Claro que hay que cambiar la ley electoral; es más, habrá que retocar gran parte del sistema y de la dinámica electoral y partidaria. La cosa no puede ser más simple: listas electorales completamente abiertas (ya lo hacemos en el senado, no se nos olvide), sistema de recuento que respete la realidad sin premiar mayorías y elección independiente del jefe del ejecutivo. No es tan difícil.

@manuelpascua
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