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Fragmentación & Fracking

miércoles 11 de septiembre de 2013, 09:52h
Tal vez debiéramos aplicar también el neologismo "fracking" a otros fenómenos modernos además de la fragmentación del terreno usando elevadas presiones para obtener gas y petróleo. Por ejemplo, a quien hace lo mismo desmembrando territorios para obtener réditos políticos y económicos.

El "fracking" se extiende por toda Europa. Pongamos el caso de las escocesas islas Shetland, con su cultura vikinga y su idioma vernáculo, el gaélico. En una de las islas, Forewick Holm, proclamó su independencia el estado de Forvik. Rompió con Londres basándose en los derechos históricos que le da el supuesto incumplimiento de un tratado de 1469 entre el Reino Unido y Dinamarca por el cual se transfería la soberanía de esas islas a la corona escocesa, inexistente hoy; o eso sostiene su gobernante, Stuart Hill, mejor conocido en las Shetland como "Capitán Calamidad". El Capitán, se parece a Artur "Luther King" Mas en su empeño independentista, indiferente a la falta de reacción del Reino Unido y a la falta de respuesta de Isabel II a sus cartas.
El Capitán Calamidad ha invitado a las principales compañías petrolíferas a iniciar prospecciones en Forvik, donde el 100 % de la población, es decir, su único habitante, Stuart Hill, apoya las tesis soberanistas, autodeterminándose él solo todos los días.

Pero ese ejemplo, no por chusco menos real, no es más que una reducción al absurdo de un problema acuciante; la creciente tendencia a la fragmentación de muchos territorios europeos en una regresión al feudalismo; si en el Medievo eran el Papado y el Imperio quienes se aprovechaban del "divide et impera" ahora son las grandes corporaciones transnacionales y algunas potencias quienes se benefician del "fracking" independentista.

Un análisis de algunas independencias europeas y de las contradicciones de la democracia con las tensiones nacionalistas cuyo título es "Devolution, Secession, and Democracy" coordinado por John Bacher y Metta Spencer y publicado por el Instituto de Estudios Étnicos de Liubliana resulta muy interesante por algunas de sus conclusiones.

Recoge el caso de la antigua Checoeslovaquia, bastante revelador de las consecuencias de un proceso pactado de secesión. Empecemos por apuntar la ineficacia de la fórmula federal para evitar independencias. El federalismo sólo funcionaría para unir partes cediendo soberanías o en ausencia de tensiones centrífugas previas. De hecho no funcionó en Yugoeslavia y tampoco en Checoeslovaquia, donde el estado se dividió en dos entes distintos, la República Checa y Eslovaquia en una secesión pacífica puesta muchas veces como ejemplo por los nacionalistas de otros territorios europeos.

En julio de 1992 Eslovaquia, guiada por el primer ministro Vladimir Me?iar proclamó su independencia, y declaró la subordinación de las leyes federales a las eslovacas. Me?iar y el primer ministro Checo, Václav Klaus negociaron los detalles para disolver la federación y los dos nuevos países se separaron el 1 de enero de 1993 en lo que se ha llamado a veces "El Divorcio de Terciopelo".

Pero esa secesión tuvo sus traumas y déficits democráticos. En términos económicos una de las partes siempre sale favorecida. En este caso fue la República Checa. Eslovaquia se vio obligada a crear su propia moneda y perdió los mercados y subsidios federales. El nuevo estatus geopolítico de los recientes estados quedó cerca de la insignificancia, y en Eslovaquia las minorías húngaras y gitanas fueron discriminadas y reprimidas. Muchos gitanos intentaron pasar al lado checo, pero Praga, recelosa de las inmigraciones, había decidido no permitir la doble nacionalidad a sus antiguos conciudadanos eslovacos.

Después de la secesión las relaciones entre los dos nuevos países se deterioraron, cesando casi todos los contactos oficiales. Muchos checos y eslovacos lamentaron la separación impuesta contra su voluntad, pero la marcha atrás se había hecho ya imposible.

Los autores hacen un balance final de las independencias proclamadas en Europa hasta la fecha, pacíficas o violentas, y concluyen que la cuestión no es si alguna secesión es beneficiosa, sino ¿Cuán perjudicial es esa secesión?, y las respuestas a esa pregunta varían según los casos, el mejor de los cuales es, sin duda, la pacífica separación de Checoeslovaquia; en este caso los checos se han visto menos perjudicados que los eslovacos, quienes fueron, paradójicamente, los que iniciaron con entusiasmo el proceso independentista pero que ya no cuentan con los checos para echarles la culpa de sus problemas. Sin embargo quien de verdad salió ganando con todo el proceso fue Alemania, al fragmentar un país de potencia media en dos menores orbitando en torno a sus diktats. Curioso final para tanto cacareo independentista y tanto "fracking" para sacar tajada del destrozo.
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