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Abdicación real: ¿un grave error?

Abdicación real: ¿un grave error?

lunes 02 de junio de 2014, 21:41h
No logro entender los motivos de la abdicación, que me parece, a la vista de los pocos datos que dispongo, una decisión cuanto menos muy arriesgada, sin que alcance a vislumbrar ventaja alguna. Juan Carlos I ha sido un gran rey, probablemente el mejor de nuestra historia, por lo que no resulta demasiado entendible el riesgo que acaba de tomar. Por no andarme con rodeos, me parece que acaba de prestar un flaco favor a la causa monárquica y a la estabilidad política nacional, salvo imponderables no conocidos hasta el momento.

Nos dicen que ha llegado el tiempo de nuevos aires. Puede ser, sin duda. Pero en una democracia parlamentaria son los ciudadanos, sus votos y los partidos elegidos los que tienen que ir implementando las políticas adecuadas. El rey reina, pero no gobierna. Entonces, ¿qué política nueva podrá hacer Felipe que no consiga ya su padre, cuando al fin y al cabo corresponde a los políticos decidir estrategias y reformas? Felipe no podrá hacer nada substancialmente diferente y sus primeros pasos en la corona - los más decisivos - pueden quedar en entredicho por ello. Tengo la mejor opinión personal del príncipe Felipe, y no albergo duda alguna de su alta capacidad para reinar, pero, al mismo tiempo, soy consciente de que le ceden la corona en el momento más inoportuno, sin concederle realmente herramientas para que pueda corregir el rumbo de la deriva. No tiene sentido haber dedicado tantísimos años en formarlo para al final elevarlo al trono en el peor de los momentos posibles. Ni Felipe podrá hacer nada contra esta pavorosa crisis que nos devora, ni su presencia calmará el delirio nacionalista encauzado ya hacia una deriva independentista abiertamente inconstitucional. Por ello, puede quemar pronto las expectativas que sin duda alguna su coronación suscitará.

Las explicaciones que se dan no parecen argumentos suficientemente sólidos para justificar una decisión tan trascendental. Ni el simple cambio de imagen tendrá efectos balsámicos sobre la corona, ni aportará estabilidad alguna a la institución. Al contrario, siembra una evidente inestabilidad, pues Felipe accederá al trono contestado por una parte de la opinión pública y con mucho menos respaldo ciudadano y parlamentario que el padre.

La decisión es extraña por inentendible, tanto en el fondo, como la forma y, sobre todo, el momento. La abdicación se asociará para siempre a unas elecciones europeas en las que por vez primera el bipartidismo borbónico, la "casta" o el "sistema" no alcanzaban la mayoría. ¿Por qué ahora? Los argumentos no justifican una fecha tan contraindicada.

Soy monárquico y defiendo el papel estabilizador que una monarquía parlamentaria presta a nuestra democracia. Por eso ni entiendo ni comparto esta abdicación que nos va a meter en más problemas de los que ya teníamos. Salvo que existan otras razones que no hayan sido expuestas - supongo que es lo más probable y que las descubriremos en los próximos meses - creo que esta abdicación puede ser el mayor error cometido por un rey al que, por lo demás, le debemos estar agradecidos.

Deseo vivamente equivocarme, pero intuyo que Felipe no debe estar demasiado contento. Cosas veremos. Por lo pronto, abdicado el rey, ¡viva el Rey!
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