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Del presunto valor de la juventud

Del presunto valor de la juventud

viernes 25 de julio de 2014, 17:00h
 Intuyo que la frase del nuevo líder socialista, Pedro Sánchez, estaba perfectamente estudiada y preparada para resultar rotunda, no demasiado hiriente y políticamente correctísima; afirma el joven secretario general del PSOE que "la regeneración democrática sólo va a venir con la jubilación democrática de Rajoy" porque el Presidente del Gobierno "representa otra generación de políticos más del pasado". Puede que tenga razón, pero cuando uno está a punto de cumplir los 66 años y le saca a Rajoy más de siete años, la verdad es que éstas posibles verdades rechinan un poquito.
 
Di tú que no me postulo, pero estoy seguro que yo mismo sería un más que aceptable Presidente del Gobierno porque ni la juventud es garantía de nada ni la experiencia, incluso la veteranía, tienen por qué ser un valor en sí mismas. La vida está llena de jóvenes tan magníficos como de otros tanto perfectamente imbéciles y, naturalmente, lo mismo pasa con los abuelos, los viejos, los mayores o como quiera usted llamarlos. Todos recordamos creo que con admiración y cariño a Sandro Pertini o a Idro Montanelli lo mismo que muchos por un lado y otros pro el otro, echamos de menos el "tirón" de aquel Felipe González/Isidoro/Presidente del Gobierno o del tan tardíamente reconocido Adolfo Suárez. De los imbéciles, jóvenes o viejos, no hace falta dar nombres. Proliferan por todas las esquinas. Pero resulta preocupante y sobre todo injusto elevar a categoría algo que, como tantas veces se ha dicho, se cura con los años; la juventud no es sinónimo de nada y hasta el Mayo del 68 en París, incluso era -también injustamente- algo de lo que se desconfiaba de entrada.


Luego se empezó a dar la vuelta al calcetín -un calcetín que es verdad que tenía ya demasiados remiendos, demasiada seriedad, demasiados privilegios- y si aquel Mayo no llegó a cambiar del todo las cosas, sí quitó la cara de funeral a una Europa vieja, triste y rencorosa. La aparición de las nuevas tecnologías que convertían en millonarios con poder y con éxito a casi adolescentes que manejaban el sistema binario con la misma soltura que las clarisas los dulces de calabaza, dio un vuelco espectacular y los viejos elefantes no tuvieron más remedio que retirarse o morir de olvido.


Pero generalizar nunca es bueno y menos aún cuando esa generalización va unida a un elegante descrédito. Se equivoca Sánchez creyendo que una nueva generación es la única que puede regenerar una democracia tan corrompida como la española. No se trata del DNI sino de algo mucho más importante, de recuperar una ética y una ilusión que entre todos mataron y ellas solas se murieron de puro agotamiento. La generación Sánchez no tiene patente de corso por el hecho de ser joven y para enterarse basta con echar un vistazo a su alrededor y ver la edad de tantos corruptos inmorales.


Mucho más que la edad de cada uno me interesa que el secretario general del PSOE me explique de una vez lo del proyecto federal como alternativa o que el joven líder de Podemos me cuente cómo se paga su sueño o que la joven Susana Díaz deje claro qué pasó en Andalucía con los EREs y todo lo que va saliendo. Y lo mismo digo de los jóvenes de la derecha que no pueden -no deberían- seguir silenciando o justificando la corrupción de los Bárcenas, Fabras, Matas etc.
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