¡Son las elecciones, estúpido!

Sí, las elecciones que vienen y que todo lo trastocan. La primera víctima, pública, es Manuel Marín, personaje incómodo donde los haya, y cuya retirada beneficia, porque deja puesto libre, a Fernando Moraleda, incondicional del inquilino de La Moncloa hasta extremos indecibles. Y sí, vamos a hablar de Moraleda, el hombre que no pudo evitar esa entrevista-loa en forma de libro que constituye un auténtico ‘boomerang’ para la imagen de Zeta.

Pero hay más: este Criticom -no, este seudónimo no corresponde a una sola persona, contra lo que nos dicen un comunicante y un inquisidor- está en situación de sostener que desde los aledaños de la Secretaría de Estado de Comunicación se susurra a empresarios de medios que alguno(s)(as)  de sus ‘estrellas’  no les gustan, no gustan al poder. Y, mira por donde, puede que estos tiros vayan dirigidos contra lo mejor, lo más granado, lo más independiente, de la profesión. No es que en los tiempos del PP no se hiciese lo mismo: se hacía y de manera más descarada. Pero, por favor, que no vengan ahora con monsergas, presumiendo de no injerencia en las teles públicas, cuando tanto se interfieren en las privadas, en las radios, en los diarios de papel, en quién debe o no ser columnista de tal sitio, quién podría o no tener el honor de recibir filtraciones de ‘palacio’, quién debería o no dirigir tal sitio.

Empieza a haber hartazgo en esta profesión, que debería ser más humilde y7 menos partidaria, más brava y menos sometida a los intereses de los empresarios, que dependen de esas campañas ‘institucionales’ que el mismísimo Zeta condenara cuando era el PP quien las ponía en marcha.

Una lástima, Moratinos. ¿O es que no puede sustraerse a la influencia maligna de su antecesor?