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El miedo del dinero

El miedo del dinero

domingo 14 de septiembre de 2014, 09:23h
A pesar de las raíces profundas vivimos la anemia del consumo. Uno va por ahí y no ve más que tiendas vacías. Todavía no hay confianza ni crédito ni liquidez y sigue habiendo mucho paro. Por eso el consumo no sube, el desempleo apenas maquilla sus cifras y la producción se mueve en la débil frontera de las décimas.

La macroeconomía va bien (menos la deuda bruta, que ya supera el billón de euros), pero la autopista por la que deberían bajar esos buenos datos hacia la economía real sigue colapsada. La OCDE, el BBVA, el FMI, Paul Krugman, Thomas Pikety y tantos expertos (generalmente defensores de un capitalismo humano) lo dicen: si el consumo no comienza a despegar se corre el peligro de que desaparezca la tradicional, festiva y vibrante clase media. Sí, esa clase de casi todos que destrozó la dialéctica burguesía proletariado, la que evitó la guerra en las calles y la hambruna en los barrios.

El capitalismo se ha hecho al fin tan global como siempre quiso. Antes lo era la izquierda (proletarios del mundo uníos) porque sabía que el enemigo estaba en todas partes. La codicia, el deseo de someter, es una infección mundial, por eso la vieja izquierda se concibió como un antibiótico universal. Ahora es el capitalismo quien ha conseguido su ideal decimonónico: la eliminación de fronteras para el libre tránsito de dinero y mercancías.

Y además ha perdido el miedo. El fin de la historia (Fukuyama se refiere a la caída del muro) ha supuesto el fin del miedo. Y también un acto de desnutrición de la socialdemocracia. El capitalismo más técnico la aceptó como arma de contención comunista. A un lado la carencia, las miserias comunistas, y al otro la abundancia de un capitalismo de rostro humano. Pero la socialdemocracia ya no parece necesaria, porque el capitalismo ha perdido el miedo a que le quiten sus posesiones.

La socialdemocracia tiene que demostrar que aún puede luchar contra los amos de los mercados, para que no conviertan el mundo en una finca de sufrimiento. Ellos, los amos de los mercados, son los que quieren muchas recesiones y crecimientos, porque cuanto más dinero se mueve más ganan, por eso ya se habla de una tercera recesión. Son muy poderosos, ya no tienen miedo,  y perciben que el lugar de los partidos lo están tomando movimientos sociales más o menos efervescentes. 

Pero eso no va a arreglar nada, salvo casos puntuales. Porque a este amo, que crea pobres a destajo, solo se le puede derrotar con otro movimiento poderoso, universal. Es decir, una internacional socialdemócrata, como la hay de la derecha. Solo que las diferencias en la izquierda son tan grandes que no se vislumbra esa unión, imprescindible por cierto para poder luchar contra tan gigantesco enemigo.  
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