Hay que ver lo que nos gusta a los españoles tener un lío siempre sobre la mesa. Máxime si se acercan las elecciones. Ahí tienen ustedes, por ejemplo, a los obispos, que también andan en etapa preelectoral y con un cúmulo de disidencias subterráneas: ¿cuál será la tendencia triunfadora? Dicen que hemos de asistir, a este respecto, a más de un educado encontronazo entre monseñor Blázquez, actual presidente de la Conferencia Episcopal y candidato probable a la reelección, y monseñores Rouco y Cañizares, de cuyas candidaturas, por separado o unidos, aún no sabemos nada con certeza.
O ahí tenemos a los jueces, irritadísimos contra un afamado colega, magistrado de la Audiencia Nacional, cuya esposa ha publicado un libro de latría a su marido y olvido de otros, aprovechando circunstancia familiar y posición profesional como jefa de prensa de organismo judicial para, de paso, ajustar cuentas con profesionales de la toga y de los medios que osaron criticar a su marido.
Y ¿qué decir de la que se está armando a cuenta de una nueva convocatoria de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, presidida por el señor Alcaraz, indignado ahora porque el Partido Popular no secunda oficialmente su manifestación de este sábado?
Me parece que la presencia de las dos españas, tan agudizada en esta legislatura, se extiende a demasiados campos, e impregna a la Iglesia, a la Judicatura, a los medios. Cierto: empezaron los políticos, aunque ahora tengo la sensación de que algunas cosas se están reconduciendo, convencidos ambos partidos mayoritarios, como lo están, de que lo más probable es que los resultados electorales les forzarán a entenderse en muchas materias en las que, por cierto, ahora mismo ya no están tan separados. ¿Habrán hablado ya del tema discretamente los señores Zapatero y Rajoy? ¿Piensan hacerlo próximamente?
Si (
No(
