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El voto es el mensaje

jueves 29 de noviembre de 2007, 23:58h

El voto es el mensaje
La fractura está ahí. Como si no bastaran otros signos, una curiosa metáfora se ha multiplicado últimamente: al menos en Caracas, aparecen troneras descomunales en superficies inocentes; en la autopista ValleCoche, en la de Prados del Este, en la avenida Fuerzas Armadas (reveladora), se abren súbitos boquetes como l os que los griegos describían como entradas subrepticias al reino de Hades.

Los operativos han pasado ya a ser una "misión" que el gobierno atiende en la esperanza de borrar las evidencias.

Vana esperanza, con o sin reforma. Cuando los encuestadores den cuenta de esta etapa del proceso político atendiendo a la longue durée, tendrán que bautizarla como la fase de control de daños, con el gobierno convertido en bomberos parecidos a los policías locos de las películas mudas. Su duración es impredecible y más difícil aún es sugerir un escenario de llegada, porque si hay algo que sorprende es, frente a la adversa circunstancia electoral, la ausencia de reacción política que se hubiera esperado en un régimen acostumbrado a andar cómodo por el poder.

Lo que hace sospechar que la disolución, o más bien la lisis, para usar un término biológico algo más repugnante, no está andando de la periferia al centro sino al revés. No es que las ondas de la ineficiencia, la corrupción y el desabastecimiento (las erinnias de todo gobierno populista) apunten a su origen en la sultanía de Miraflores, sino más bien parece que es ahí en "palacio" como tanto le gusta decir a su ocupante, que se está deshaciendo el tejido político, y se ha perdido la articulación táctica. Compárese con la crisis de 2003: frente a una situación prácticamente insurreccional, el gobierno actúa con toda prudencia, evalúa al adversario, le toma la temperatura y resuelve dejar que la ausencia de conducción y la debilidad del liderazgo hagan su trabajo. Me refiero a este episodio porque ahí el gobierno hubiera podido actuar de otro modo, cometer errores; y sin embargo tuvo pulso político y paciencia suficiente. De hecho, las erinnias siempre están ahí, pero sólo actúan bajo una particular conjunción de circunstancias, cuando el destino nos alcanza; y la pregunta que debe hacerse el gobierno es qué las está habilitando hoy.

Un gran peso debe tener la tesis del gobierno insurgente. La idea de que el eje radical esté no en una de las alas del movimiento oficialista sino en su misma cabeza, y que esté vociferado directamente por su titular, ha roto el centro de gravedad del gobierno. Cualquiera que acompañe al Presidente será por definición más moderado que éste, y eso significa que no hay ninguna moderación.

La plebiscitación de la reforma, más que revelar el personalismo, lo que muestra es que Chávez se ha tomado a pecho ser el protagonista de la subversión más que su beneficiario. Y como lo saben perfectamente los chavistas comprometidos, y que al mismo tiempo tengan formación política, eso pone en peligro todo el proyecto de la "izquierda" (pongo las comillas porque en efecto dudo de que lo que predomina en el Gobierno sea una visión progresista).

Ese chavismo (porque hay otros que ocupan un amplio espectro, desde las formas robóticas con software limitado, hasta los potentados recién vestidos, pasando por el burócrata complaciente) no debería desperdiciar la oportunidad del referendo para enviar su mensaje al cerrado cenáculo presidencial.

Debe decirle no al exceso y a la megalomanía; debe empezar a buscar, en serio, el sentido de una democracia que le dé cauce a una sociedad que no quiere dejarse atenazar por el miedo. Debe volver a la política. Y sobre todo debe ser responsable históricamente. Tienen que cumplir su responsabilidad actuando en favor de la normalización. Si no, el daño lo estaremos pagando todos.

Colette Capriles 
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