La oposición que tenemos

Algunos miembros con cargos intermedios en el Partido Popular son los peores enemigos del PP. La indecisión que algunas veces muestra Mariano Rajoy es el segundo enemigo. Queda ello patente cada vez que un locutor flamígero fustiga a ciertos dirigentes ‘populares’ por su aparente ‘blandura’ y estos le hacen caso. Y se refleja cada vez que algún personaje que se ha hecho con el control -le han votado, de acuerdo; pero eso no lo justifica todo- de alguna muy respetable organización decide convocar por su cuenta, sin que estén muy claros los motivos, una manifestación o concentración y entonces, indefectiblemente, en el PP se produce el terremoto: ¿acudir a la llamada de quien tilda al presidente del gobierno de ‘cómplice de ETA’? ¿No acudir? Y ya está el espectáculo servido.

Hay como dos líneas conviviendo en el PP: la irreductible, partidaria de una oposición inflexible, que permite la demasía y la sal gorda en los análisis. Y otra, en la que incluyo a Mariano Rajoy, mucho más proclive a la formación de una alternativa propia, aunque sin desdeñar la crítica a los evidentes agujeros que deja la gobernación del país. No estoy seguro de que las relaciones entre ambas partes del PP sean las mejores, aunque ciertamente se guardan las apariencias.

Necesitamos una oposición fuerte, capaz de pelear con éxito con los socialistas por el poder en las urnas en marzo. Capaz de ganar. Mi tesis es que, después de las elecciones, los dos grandes partidos están condenados a entenderse en muchos temas clave. Algunos indicios de ello deberían darse ya en la campaña. Por eso me gustó la idea de convocar una manifestación unitaria contra el último atentado de ETA. Por eso me gusta tan poco el griterío callejero contra determinados personajes políticos cercanos al socialismo; creo que ahora no era el momento de los abucheos, sino de la unidad.

Porque, al fin, y al margen de los errores de gobierno y oposición a la hora de luchar contra ella, es la banda la que mata, y todos, creo, estamos sinceramente empeñados en acabar con los pistoleros. Porque, lo queramos o no, estamos unidos a la hora de sufrir esta pesadilla desde hace cuarenta años, que se dice pronto.