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Un ministro en el que quizá Rajoy no ha pensado

domingo 30 de octubre de 2016, 20:03h

Bueno la verdad es que yo tampoco había caído en ello hasta que, por los pasillos del Congreso en la última sesión de investidura, un colega veterano, con ocho apellidos catalanes al menos, que se desempeña en un medio de comunicación 'estatal' en Barcelona, me lo preguntó: "¿Quién crees", me dijo, "que va a ser el ministro de Rajoy para Cataluña?". Ah, pero ¿debe haber un ministro exclusivamente para tratar con la Generalitat? Mi amigo y colega, que de independentista no tiene nada y de sensato mucho, me mira perplejo: "Pues claro que tiene que haber un miembro del Gobierno de Rajoy que se encargue del diálogo con Cataluña que hasta ahora no ha existido, o ha fracasado".

Puede que Rajoy sí haya pensado en que Cataluña, esa tendencia secesionista de una parte de los catalanes que pasa por incumplir cualquier decisión del Tribunal Constitucional, que pasa, en definitiva, por la rebeldía, va a ser el principal de los muchos problemas con los que se va a enfrentar ese Gobierno que anunciará el jueves y tomará posesión el viernes. Puede. Primero, quien suscribe se tendría que convencer de que el que hasta ahora ha sido presidente, luego presidente en funciones y ahora de nuevo presidente, se ha enterado de que ante él se abre esa nueva era que él mismo admitió, aunque tarde, que se inaugura. No lo demostró en el discurso con el que despedía los viejos tiempos: fue un discurso de eso, de viejos tiempos.

La que empieza será, en todo caso, una nueva era en la que nadie podrá decir 'no, no y no'. Y no me refiero (solamente) a ese Pedro Sánchez de malhadada carrera, que no se ha enterado de que le ha llegado el final del camino y se va a lanzar al volante de su coche para recorrer carreteras y hacerse 'selfies' con bases militantes, que luego le votarán en unas primarias... o no. Cuando digo que se ha inaugurado una Legislatura sin negativas 'a priori' me refiero también a ese Rajoy que, el 30 de julio de 2014, recibía en La Moncloa a Artur Mas, que llegaba con veintitrés peticiones en la mano, todas ellas perfectamente asumibles por el Gobierno central, y recibió un 'no' educado pero definitivo. Un portazo. Y creo que el propio Puigdemont, que es mucho más dúctil que Mas, aunque su peso específico sea menor, también habrá de entender que el 'no pasarán', 'no cederemos' y 'haremos lo prohibido oficialmente por pelotas' (bueno, así no lo dice, claro), se ha acabado. Porque este sábado, 29 de octubre de 2016, concluyó, en efecto, una era. La del 'net'.

Me contaron en Moscú un chiste, referido a la época 'dura'. Estaba Kosiguin hablando por teléfono con alguien: "net, net, net", repetía el que fue presidente del Consejo de Ministros soviético nada menos que desde 1964 hasta 1980. En un momento dado, y tras una ligera vacilación, dijo a su interlocutor telefónico: "da" . "Imbécil: ¿cómo se te ha ocurrido decir que sí a algo?", le increpó Gromyko, ministro de Asuntos Exteriores durante la breve etapa que fue desde 1957 a 1985, cuando Kosiguin colgó el auricular. "No me quedó otro remedio", respondió Kosiguin; "no me oía bien y me preguntó si había dicho 'net'". Pues eso: que lo del 'no' ha sido siempre símbolo de la falta de flexibilidad política. La 'antipolítica metálica' de los 'soviets'. Una broma macabra, como la de los payasos asesinos de Halloween. Y eso es lo que ya no queremos.

En los pasillos del Congreso, tras la sesión de investidura y mientras en la calle les insultaban llamándoles 'mafia', los diputados de los grupos mayores se interrogaban por el elenco ministerial que Rajoy guarda tan celosamente que aseguran que ni siquiera se lo ha comunicado al Rey. ¿Cómo compatibilizará las presencias de Soraya Sáenz de Santamaría y la hipotética entrada de María Dolores de Cospedal, enemiga acérrima de la vicepresidenta? ¿Recompensará por sus labores a García Margallo, a Guindos, la implacable ferocidad de Montoro? ¿Enviará al Vaticano a Jorge Fernández? La Vieja Política, vamos. La teoría de las compensaciones, de los equilibrios y los pararrayos para que el jefe se mantenga en el poder. Una materia en la que el pensamiento franquista, con perdón por la contradicción, sacaba siempre sobresaliente, y que se ha mantenido hasta ahora vigente en los planes de estudio de la manipulación política española.

Quizá por eso nadie ha, hemos, pensado en un ministro de 'afers catalans', que no sea precisamente el de Exteriores, ese García Margallo que se ocupaba casi tanto de lo que se decía en Barcelona como de lo que se cocinaba en Bruselas. Si de veras estamos ante una nueva era, quizá la propia estructura del Gobierno debería ser diferente, la portavocía más compartida, olvidar los gobiernos cremallera y las paridades obligadas y recordar más que el Ejecutivo tiene que enfrentarse a los problemas económicos, sí, pero también a los sociales, recordando constantemente a aquellos a quienes peor les va y no siempre a quienes les va mejor.

Y, ya que estamos, y espero que no se tomen los lectores esto como una 'boutade', tampoco estaría de más pensar en un Ministerio que se ocupase de pensar en qué hacer con esos miles -sean cuantos sean, los cuente quien los cuente_ de indignados que se agolpaban el sábado noche frente a las puertas del Congreso para gritar 'mafia' a quienes salían, salíamos, del recinto. La Vieja Política les llamaría 'antisistema'. Y claro, no es eso, no es eso. Quizá por haber tratado así la cuestión, la composición del Congreso de los Diputados es la que es: hay millones de personas que piensan diferente de lo que piensan los del bipartidismo, qué le vamos a hacer.

En fin, comprendo que, con estos planteamientos, voy a sentirme defraudado con la lista de ministros que anuncie Mariano Rajoy el jueves por la tarde. Así que para qué entrar en las por otro lado inevitables quinielas de 'ministrables' con las que vamos a bombardearnos a nosotros mismos en las próximas horas. Y, por cierto, tampoco estaría de más que las otras formaciones, y muy especialmente el PSOE, a la hora de conformar sus ejecutivas, piensen también en todo esto de los 'asuntos catalanes' o los 'asuntos del 15-m', o los de la equidad, o... Quizá por ese camino empecemos todos, los de las diversas Españas, a entendernos un poco más, quién lo sabe.

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