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Chávez, el atravesado

Chávez, el atravesado

jueves 13 de diciembre de 2007, 18:22h

Hugo Chávez marca en forma casi absoluta el ritmo de la vida nacional. Su figura nos ha invadido la cotidianidad, las 24 horas de cada día. Sus declaraciones, desplantes, aseveraciones, agresiones, amenazas, frases, palabras, rabietas o insolencias nos hacen hablar, alterarnos, rabiar, burlarnos o alarmarnos, y, lo que es peor, perder de esta manera valioso tiempo y enorme energía. Tal cosa no tendría mayor importancia si no fuera porque tanto focalizarse en el Presidente nos hace incurrir en un inmenso costo de oportunidad: no estamos observando ni analizando con cuidado lo que está ocurriendo en la sociedad venezolana. Chávez no nos deja ver el país.

Sin duda, la política es un aspecto importante en cualquier sociedad; más aún en sociedades cuya precariedad institucional –debilidad de la sociedad civil, ausencia de separación de poderes, centralización, carencia de estructuras burocráticas eficaces, arbitrariedad de los funcionarios– nos hace depender de la voluntad de una persona o de un pequeño grupo que detenta el poder. Sin embargo, una sociedad es mucho más que lucha por el poder; abarca la economía, las reglas formales o informales que regulan la relación entre sus ciudadanos, la capacidad para hacer que esas reglas se cumplan, su estratificación social, sus sistemas de salud y educación, los sufrimientos y las expectativas de sus ciudadanos, el nivel de vida de éstos, el grado de integración social porque hay valores y normas compartidos, etc., etc. Pareciera que aspectos como éstos no están en nuestro foco de atención, porque siempre Chávez está atravesado entre nuestra lente y el país.

Uno de los mejores ejemplos de tal desatención es que hay temas sobre los cuales la preocupación pública en general es marginal o que los especialistas parecen soslayar. Sirvan tres ejemplos para ilustrar esta afirmación. El primero es la profundización del aislamiento de los pequeñísimos sectores de los estratos medios y altos de una vastísima y rápidamente creciente población pobre. El chavismo ha servido para movilizar a la población pobre, asustar a las minorías de más ingresos y a generar en éstas una tímida reacción de preocupación pero ningún esfuerzo audaz de acercamiento. Tal escisión social no anuncia nada bueno. El segundo ejemplo se refiere al evidente proceso de anarquización de la sociedad.

Ante la ausencia de normas con un mínimo de cumplimiento, el comportamiento que frecuentemente parece dominar diversos ámbitos de la vida colectiva es el de "sálvese el que pueda".

El reciente incidente de motorizados amotinados en la Plaza Venezuela, demuestra cómo la ausencia de normas caracteriza en muchos momentos tanto la conducta de los ciudadanos como a las mismas autoridades. El tercer ejemplo se refiere a la invasión de la droga y su oscuro mundo de irregularidades. Somos ya una muy efectiva ruta para la exportación de la droga colombiana hacia otras latitudes, en el oriente del país hay pueblos tomados casi completamente por el negocio de la droga, la compra de funcionarios está allí pero no nos atrevemos a hablar de ello, a sabiendas de que la lógica expansionista del tráfico de drogas inexorablemente conduce a la manipulación de muy altos niveles del Estado.

Podemos decir, entonces, que estamos ante una sociedad enmarcada en un triángulo diabólico de profunda exclusión social, anarquía y narcotráfico, coronado por un Estado adinerado pero terriblemente débil. ¿Qué cosa peor nos puede ocurrir? ¿Qué podemos hacer? Si todos seguimos ocupándonos de Chávez y sus gracias, cuando él se quite del medio y veamos el país sabremos el precio que hemos de pagar por haber enfocado todas las lentes en un solo objetivo.

Ramón Piñango
rapinango@gmail.com
Doctor en Educación. Directivo del IESA

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