Otra esperanza perdida

Otras veces, ETA rompió las treguas con anuncios previos, por lo que se abren las especulaciones sobre qué ha podido pasar en su seno. Pero como dice el líder del PNV, Josu Jon Imaz, que conoce bien su terreno, no es fácil desentrañar la lógica de una organización terrorista. ETA, en definitiva, ha hecho lo que lleva haciendo toda su vida.

La reacción de todas las fuerzas políticas ha sido de condena, con la excepción de la ilegalizada Batasuna, que sigue sin distinguir la radical incompatibilidad entre política y violencia. Aquellos abertzales que estaban enviando señales de que desean apostar por la política quedan, pues, en entredicho, mientras ven como quienes les habían tendido una mano deben retirársela. Estamos, sin duda, ante un acontecimiento frustrante para el país, y de modo especial para Euskadi, donde se había abierto una puerta a la esperanza, después de muchos años de penalidades. La unidad de acción de nacionalistas y socialistas vascos arremetiendo contra la falta de coraje de Batasuna explica perfectamente su estado de ánimo.

La derecha parece centrada, en cambio, en aprovechar la ocasión para desprestigiar a Rodríguez Zapatero, cuya ingenuidad política también es criticada entre los suyos, pero el problema de ETA no es ZP. Ni siquiera si el llamado proceso está roto, suspendido o quebrado. El problema es el mismo de siempre y la obligación de los partidos políticos es saber resolverlo, y no explotarlo. Al otro lado ya se sabe lo que hay: ni ETA ni la izquierda abertzale han demostrado tener el grado de madurez necesaria para encontrar una salida dialogada que todo Gobierno puede ofrecer, dentro del Estado de derecho. Si algo ha quedado claro es que no hay espacio para las ambigüedades.