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Sin freno

Sin freno

martes 08 de enero de 2008, 05:13h

Felizmente al fin hemos llegamos, como dicen en el llano barinense, al llegadero: el presidente Chávez, en un ejercicio de arrepentimiento, aceptó ayer domingo que para poder reagruparse y recomponer sus fuerzas tiene que bajar la cabeza, oír a la gente y no a sí mismo, y "frenar la velocidad de su revolución". Enhorabuena, porque este gesto de humildad se le estaba pidiendo desde hace tiempo, pero como él no tiene un partido establecido ni un programa o una ideología definida, entonces vagaba en medio de sus furias, sus paranoias y sus arrebatos cubano fidelistas. Hoy se da cuenta que si una avioneta entra en una turbulencia incontrolable es porque el rumbo no estaba bien establecido desde los primeros instantes.

Al presidente Chávez le está pasando lo que, con mucha experiencia en estos casos, dicen los publicistas: las ideas, por muy revolucionarias y audaces que sean, deben aterrizar en un momento dado. Es decir, posarse sobre lo real y lo concreto. En verdad, la realidad es una instancia que no perdona ni entiende de jefes supremos que jamás se equivocan. Es más: les recuerda a estos líderes que se sienten muy especiales que por encima de su carisma y de su atracción personal, o de su discurso populista, existe una razón popular que entiende el discurso político en función de su supervivencia, y no de su inseguridad, de su incapacidad de abastecer y educar a su familia o de consolidar su ascenso social.

El Presidente habla de meter el freno a la revolución. ¿Cuál revolución? ¿Acaso estos interminables años que comenzaron en 1999 han significado una revolución? Los venezolanos exigimos una explicación soberana al respecto y no una declaración simplona y para salir del paso. Lo que se planteó en las elecciones de 1999 era un proceso de cambio de las estructuras económico sociales, para hacerlas más idóneas, con un modelo equilibrado de justicia social. Eso jamás se logró, y se escondió el propósito inicial en una suerte de cruzada antigolpista y antiimperialista.

Pero nada ha ocurrido: ni la famosa invasión yanqui, ni el golpe de derecha, ni el magnicidio o la desestabilización violenta de la sociedad venezolana. Quien en verdad nos ha desestabilizado es el presidente Chávez, con un discurso innecesario y odioso, que trata de convertir en agente peligrosísimo del imperialismo a cualquiera que no esté dispuesto a apoyar fanáticamente sus ideas.

Cuando el Presidente anuncia que quiere frenar la revolución, los venezolanos se preguntan si sabe dónde queda el freno y si se ha dado cuenta de que él es el único conductor de la locomotora revolucionaria, el que desde un principio le dio rumbo y velocidad. En suma, si alguien puede parar ese disparate político es él mismo. Padre y señor de la criatura.

La mayoría de los venezolanos participamos poco en este ajedrez que tiene un jugador (muy enfermo) en La Habana y un hijo hiperactivo haciendo desastres en Caracas. Acaso, una esperanza sería una propuesta de reconciliación.

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