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Todo concurre, todo concuerda

miércoles 30 de marzo de 2022, 08:31h

Antes de ayer hizo 80 años que el poeta Miguel Hernández fue dejado morir por las autoridades franquistas en una cárcel de Alicante, tras haber pasado por otras prisiones y penales mientras iban agravándose sus procesos de bronquitis y tifus, que finalmente se complicaron en una tuberculosis que quizá hubiera podido evitarse si el permiso para el traslado al Hospital Antituberculoso Porta Coeli de Valencia hubiera llegado a tiempo.

Cinco años atrás, en 1937, Miguel había visitado la Unión de Repúblicas Soviéticas, tras el fabuloso éxito obtenido con la exhibición de su magnífica y monumental estatua en madera que surgía inhiesta frente al Pabellón de España de la Exposición Internacional de París, que llevaba por título El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella.

Viajó a la URSS en representación del Gobierno legítimo de España y allí dejó el legado de tres poemas: España en ausencia, Rusia y La Fábrica-Ciudad. Este último escrito en el enclave ucraniano y mártir de Járkov, que entonces y a sus ojos era “solo un leve principio sobre planos, propósitos, palabras, papel, la nada apenas”. Hoy Járkov vuelve a ser la nada apenas.

Creía entonces el oriolano que llegaría “el día feliz sobre el frente de los trabajadores: aquel día profundo en que sea el minuto jornada suficiente para hacer un tractor capaz de arar el mundo”.

Pero no pudo ser. Entonces y ahora. Tiempo y Espacio, como en los poemas de Juan Ramón Jiménez: “Pasan vientos como pájaros, pájaros igual que flores, flores soles y lunas, lunas soles como yo, como almas, como cuerpos, cuerpos como la muerte y la resurrección; como dioses. Y soy un dios sin espada, sin nada de lo que hacen los hombres con su ciencia”.

Unos meses atrás, el actor estadounidense Errol Flyn había pisado por primera vez España para apoyar a la República. El 31 de marzo de 1937 llegó a Valencia y de allí se trasladó a Albacete, para visitar a sus compatriotas que habían cruzado el Atlántico para integrase en las Brigadas Internacionales, como pioneros en la lucha contra el nazi-fascismo que tres años después provocarían un apocalipsis a escala planetaria. El día 1 de abril estaba en Madrid e instalado en un céntrico hotel. En lo más plácido del sueño un potente y cercano bombazo le sobresaltó y le hizo saltar de la cama aterrado. Bajó a la carrea a la recepción y el conserje se apresuró a tranquilizarle a su manera: “¡Ah, sí, claro! 9:45. Es así todas las mañanas. El enemigo calienta sus armas con tres proyectiles disparados contra el Edificio Telefónica todas las mañanas. Ahora puede regresar a sus habitaciones con total seguridad. No habrá más bombardeos hasta mañana por la mañana a la misma hora, excepto, por supuesto, los extraviados”.

El viaje de la estrella hollywodiense, que luego le llevó al frente de Guadalajara y después a la efervescente Barcelona, fue un cúmulo de sinsentidos y equívocos. El dinero que hipotéticamente habían recaudado en EEUU para ayudar a la causa de la República desapareció como por ensalmo y su íntimo amigo y compañero de viaje, el doctor Hermann F. Erben, resultó ser un espía nazi.

No obstante, su incongruente y caótica experiencia en la España sumergida en un enfrentamiento bélico de grandes proporciones, quedó resumida en un interesante artículo que titulado What Really Happened to Me in Spain/ Lo que realmente me pasó en España y que apareció publicado en la revista Protoplay en julio de 1937.

Poco después, Miguel regresó a España en octubre de 1937, y el 19 de diciembre vio nacer a su primer hijo, Manuel Ramón, que desgraciadamente murió a los pocos meses de nacer. Le dedicó el poema Hijo de la luz y de la sombra: “Daré sobre tu cuerpo cuando la noche arroje/ su avaricioso anhelo de imán y poderío./ Un astral sentimiento febril me sobrecoge, incendia mi osamenta con una escalofrió”. El 4 de enero de 1939, nació el segundo, Manuel María al que dedicó las archifamosas Nanas de la cebolla cuando ya estaba prisionero y a punto de ser condenado a muerte en el penal de Torrijos de Madrid (hoy calle de Conde de Peñalver): “En la cuna del hambre/ mi niño estaba./ Con sangre de cebolla/ se amamantaba./ Pero tu sangre/escarchada de azúcar,/ cebolla y hambre”. Ese año, Errol Flynn, con Olivia de Havilland como pareja, protagonizaba el western en Tecnicolor Dodje City, dirigido por Michael Curtiz.

Antes de su traslado a Madrid, Miguel había pasado nueve días en la cárcel de Huelva, donde sufrió varias sacas por parte de falangistas y otras gentes de orden y de bien, que le propinaron brutales palizas para que se confesara asesino de José Antonio Primo de Rivera.

Finalmente, Miguel murió en la enfermería de la prisión alicantina en la madrugada del 28 de marzo de 1942, no sin antes casarse por el rito católico, para facilitarle las cosas a su esposa y siempre eficaz colaboradora Josefina Manresa, habida cuenta de que el nuevo régimen había declarado ilegales y sin efecto todos los matrimonios civiles. Miguel tenía treinta y un años de edad.

Su gran amigo Vicente Aleixandre escribió: “Nadie gemirá nunca bastante. / Tu hermoso corazón nacido para amar/ murió, fue muerto, muerto, acabado, cruelmente acuchillado de odio”, mientras que el poeta Pablo Neruda clamaba por su memoria: “Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. (…) ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!”.

Por aquellos días, Flynn pagaría un más que digno entierro a su buen amigo John Barrymore, fallecido de cirrosis hepática por su desmedida afición al alcohol, pero el director cinematográfico Raoul Walsh, robó el cuerpo del velorio y se lo llevó a casa de Flynn para tomar unas copas ante el difunto. Días de vino y rosas. También por aquellos días en los que se extinguía “un hombre que amó y vivió, que cantaba hasta la muerte, libre como los pájaros” al decir de José Agustín Goytisolo, Errol interpretaba Gentleman Jim, la que siempre sería su película favorita. Por aquellos días casi todo concurría y casi todo concordaba. Y se quedaron los pájaros cantando.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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