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Miguel E. Santillana

Los jubilados de Izquierda

jueves 04 de enero de 2007, 14:31h
El 2006 es el año en que las “izquierdas” en el Perú tocaron fondo. Estas representan menos personas que los clubes provinciales en Lima. El 0.3% de Alberto Moreno y Patria Roja –a quienes nadie les cree su empaque de Nueva Izquierda; ¿qué tienen de nuevo?–, el 0.4% de Susana Villarán y Jazz Zone, el 0.5% de Javier Diez Canseco y el Partido Socialista nos hablan a gritos de la imperiosa necesidad de un cambio generacional y el replanteo total de lo que significa la “izquierda”. Con estos “viejos luchadores” no hay izquierda posible. El problema que tiene la generación del 68 es que no tiene un Luis Alberto Sánchez que le haga un “balance y liquidación” como éste hizo con la “Generación del 900”. Por lo pronto, les queda una jubilación honrosa.

No considero al huaico Humala dentro de la “izquierda”, pues hasta ahora no queda claro qué representa “el comanche”, aunque muchos cincuentones encontraron en esa aventura su última oportunidad de ser alguien en la vida, más que sea con un puestito público que les amplíe la jubilación.Hace 16 años, el proyecto se partió porque los egos inflados de los “líderes naturales” se camuflaban en la disputa entre la “izquierda revolucionaria” y la izquierda “reformista”. Felizmente nunca fueron gobierno, pues sino la cosa terminaba peor que el primer quinquenio de Alan García Pérez y su heterodoxia.

Si creemos en la democracia y los DDHH, se debe renunciar al marxismo-leninismo y dejar el romanticismo del fusil. Zanjar con lo que queda de Sendero Luminoso y el MRTA y no ser cómplices camuflados. Los que no cumplieron sus promesas de mayo del 68 que expíen sus culpas en otro lado. Cuidemos el medio ambiente, pero no como excusa para joder a las grandes empresas mientras callamos frente a la minería artesanal, el transporte público asesino o el narcotráfico. El mercado y la globalización existen a pesar de sus injusticias e imperfecciones, y los sectores populares lo tienen más claro que los intelectuales mediocres que pululan en nuestras universidades públicas gracias a Patria Roja, que genera además minusválidos mentales vía el SUTEP.

Una izquierda democrática debe basarse en los sectores emergentes del campo y la ciudad que han surgido a pesar de la adversidad, la pobreza y la violencia. Crear empresarios no es una “aspiración burguesa”; es la única forma de surgir como país. Haya tiene más vigencia que Mariátegui y por ello plantear un proyecto con la parte decente del APRA no es una afrenta, es una necesidad. Sobre todo cuando tenemos una “derecha huevera” sin bozal al frente, que quiere impunidad frente a su pasado y bala para imponer “su orden y disciplina”.
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